Un día la Sirena, que vivía
en el mar, salió a pasear a la Tierra.
En todas las casas por las
que pasaba pedía hospedaje, pero nadie la aceptaba.
En el quinto pueblo al que
llegó la aceptaron en una casa.
Agradecida, la Sirena le
pidió a la dueña una jarra para ayudarla a acarrear agua, y le solicitó que una
sus hijas le indicase donde estaba el pozo.
Cuando llegaron la Sirena le
dijo a la niña que no tuviera miedo de lo que iba a presenciar. Tomó la jarra,
la echó al pozo e inmediatamente el agua se arremolinó, salió un arcoíris y el
viento se levantó.
Entonces, la Sirena se
arrojó al agua. La niña corrió a la casa a buscar a su padre.
Cuando ambos llegaron al
pozo vieron que el agua estaba arremolinada y lodosa.
El padre, al darse cuenta de
que se trataba de la Sirena, fue a buscar al presidente del pueblo. Llegaron al
pozo acompañados de toda la comunidad y se dieron cuenta de que se había
convertido en una laguna.
Acudieron a los adivinos
para que les dijesen cómo podían sacar a la Sirena del agua, pero éstos se
declararon incapaces y remitieron al presidente y compañía, con el sacerdote
del pueblo.
El sacerdote efectuó una
misa cerca de la laguna, pero la Sirena no salió.
El presidente decidió ir a
consultar con el mejor adivino. El adivino sacó sus cristales mágicos y
confirmó que la Sirena se encontraba dentro de las aguas. Se puso a la orilla
del pozo y rogó a la Sirena que saliese.
Ella vaticinó que al final
del año habría un tremendo diluvio que terminaría con la Tierra. Les dijo que
saldría si le traían doce pollitos, trece gallos, doce guajolotes, trece guajolotes,
doce puercas, trece puercos, doce muchachas y trece muchachos.
Las personas, muy asustadas,
decidieron ir a consultar a los Truenos para que las ayudasen, pero los Truenos
respondieron que la Sirena era una compañera y que nada podían hacer para que
saliera, pero si Taqsjoyut, El Hombre que Come Brasas, les ayudaba, ellos
desatarían al Relámpago para que lloviera. Cuando fueron a verlo, Taqsjoyut les
dijo que cuando sacara del agua a la Sirena la Tierra iba a temblar muy fuerte,
pero que no debían asustarse.
Taqsjoyut dio cita a los
Truenos en la cima de una colina en donde se encontraba un árbol enorme. Al
llegar los Truenos se posaron en las ramas del árbol. Durante una hora
discutieron lo que debían hacer.
Al término, ordenaron a las
personas que buscaran dos cargas de leña, les prendieron fuego, hasta que no
quedaron sino pequeñas brasas.
Taqsjoyut tomó las brasas de
la primera carga de leña y se las tragó; a continuación se revolcó en las
brasas de la segunda carga y todo el cuerpo se le incendió.
Mientras tanto, se
escuchaban fuertes tronidos y la lluvia caía a torrentes.
Taqsjoyut dio tres saltos y
se arrojó al pozo. Al sentir el agua caliente la Sirena gritaba que no quería
salir, pero el pozo acabó por secarse; entonces, Taqsjoyut la tomó de su
trenza, la amarró y la sacó fuera del pozo. Hecho lo cual, El hombre que Come
Brasas, se fue volando a su casa.
En agradecimiento, toda la
población le obsequió con pollos, guajolotes, ranas, y demás animales
comestibles.
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