En
Mazateupa, pueblo pequeño del Municipio de Nacajuca, Tabasco, los abuelos
cuentan que en el rancho de El Guanal una familia criaba pollos en la parte
trasera de la casa.
El rancho
se encontraba muy aislado, nadie moraba cerca.
Cierto
día, los pollos, que ya llegaban a setenta, empezaron a actuar extrañamente:
caminaban torpemente, el cuello se les torcía, se caían y eran incapaces de
levantarse. Sin embargo, en cuanto llegaba la noche todo volvía a la
normalidad. Esto sucedía día con día.
Naturalmente
la familia estaba desconcertada, no sabían qué sucedía, porque nada más les
pasaba a los pollos y no a los otros animalitos que tenían.
Pensaron
que estaban embrujados. Ante tal sospecha, el dueño del rancho decidió pedir
ayuda al chamán del pueblo que acudió prestamente.
Lo
primero que pidió fue pozol con cacao, dos pequeñas jícaras y una cajetilla de
cigarrillos. Se fue al popal y se aprestó a llevar a cabo un ritual.
Cuando
terminó, regresó al rancho y le dijo al dueño que los duendes eran los que les
estaban haciendo brujería a sus pollos, pues el rancho se encontraba asentado
en el territorio propiedad de los duendes.
Ante la
imposibilidad de enfrentarse a los duendes, la familia se trasladó al poblado
de Mazateupa.
El rancho
quedó abandonado, pues nadie quiso vivir en el rancho de El Guanal por temor a
los pícaros duendes.
Hasta hoy
en día se encuentra inhabitado.
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