Hace mucho tiempo, en
los inicios de la ocupación española en la Nueva España, una niña de ocho años
llamada Catalina vivía en las afueras de la Ciudad de México, cerca de donde
empezaban los barrios de los indígenas.
Todas las mañanas salía
a caminar por el campo para hacer ejercicio. Un cierto día se fue por un camino
diferente al acostumbrado y se encontró con un viejo y enorme ahuehuete.
De un hueco del tronco
del árbol salió otra niña de catorce años de nombre Matilde, que se acercó a
Catalina para decirle que se dedicaba a ayudar a los niños pobres que no tenían
casa y que abundaban en la ciudad. Le dijo que quería que se los llevara para
darles casa y comida.
A Catalina le pareció
una buena obra de caridad, y empezó a llevarle niños y niñas a Matilde.
Así continúo Catalina
bastante tiempo, llevando niños desamparados para que Matilde los ayudara.
Un día en que Catalina
se acercaba al ahuehuete para entregarle a su amiga una niñita desnutrida de
cuatro años, vio que del Cielo bajaba una hermosa monja parada en una nube de
cristal.
Toda ella resplandecía
como si estuviera iluminada por dentro. Cuando llegó cerca de Catalina le dijo
con una voz dulcísima: -¡No te asustes, querida niña, soy una monja y mi nombre
es Sor Juana, tengo que comunicarte algo importante! Esa niña a la que conoces
como Matilde, es en realidad un chaneque muy malo.
Todos los niños que tú
le has llevado, los tiene encerrados en jaulas en una palapa que se encuentra
situada en el interior del bosque a espaldas del ahuehuete por donde Matilde
sale.
Los tiene encerrados en
jaulas y se dedica a engordarlos para comérselos ella y sus amigos los
chaneques que habitan en los ríos y lagunas del campo. Has hecho muy mal en
obedecerla sin saber quién era, pero no te preocupes. Ten está llave de plata,
ve a la palapa y abre los candados de las jaulas.
Catalina tomó la bella
llave de plata con incrustaciones de obsidiana y corrió por el bosque hasta
encontrar la palapa.
La abrió y entró
sigilosamente. Entonces Catalina vio a todos los niños que le había llevado a
la perversa Matilde, y con la mágica llave que abría todos los candados, liberó
a todos los niños que estaban ya bastante gordos y a punto de ser guisados en
mole.
Los niños corrieron tan rápido
como se los permitía su gordura y llegaron sanos y salvos a la ciudad de
México.
Se
habían salvado todos gracias a la buena monja llamada Sor Juana y a la llave de
plata.
Desde
entonces, cuando alguien llega a pasar cerca del ahuehuete, oye los lamentos de
la malvada Matilde que llora de rabia por haberse quedado sin comida.
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