Recuerdo la primera vez que pisé este bosque.
Pasábamos el verano en una casa en plena naturaleza. Era un pequeño pueblo
alejado de todo y de todos. Recuerdo que una vez me enfadé con mi madre y salí
de casa a despejarme con el frío aire de la noche.
Empecé a andar sumido en mis pensamientos y de repente me encontré
rodeado de árboles y demás arbustos.
Miré hacia todas direcciones pero era todo igual. El suelo era pedregoso
pero cubierto de verdín. No había ningún tipo de rastro del hombre. Ni arbustos
aplastados, ni marcas de huellas en el suelo. Estaba claro que hacía tiempo que
nadie pasaba por allí.
Debería haberme envuelto el pánico, pues me había perdido en un
bosque, literalmente dicho. Pero, en cambio, me sentí arropada por esos
árboles. Sus troncos eran gruesos y de formas retorcidas. El aire formaba un
silbido especial al chocar contra las largas hojas y la temperatura era idónea.
Se veían destellos blancos por todos los sitios pues la luna se filtraba por
donde podía entre aquellas enormes ramas. El aire frío contrastaba con la
caliente temperatura y eso daba una sensación satisfactoria, como si estuviera
drogada por algo que no sabía que era. El silencio era sepulcral, no se oía
nada excepto el suave silbido del aire.
Empecé a andar y deseé quedarme allí de por vida. No pensaba en
nada, simplemente andaba, disfrutando cada partícula de esa maravilla. Entonces
me invadió el sueño y me tumbé en el suelo. Aunque había piedras me pareció el
más confortable del mundo. Cerré los ojos y entre el aroma de fresca hierba me
dormí.
Al día siguiente, me desperté en mi cama. Pensé que todo había sido un sueño, pues había sido demasiado surrealista para que hubiera pasado en la realidad.
Al día siguiente, me desperté en mi cama. Pensé que todo había sido un sueño, pues había sido demasiado surrealista para que hubiera pasado en la realidad.
El sol brillaba en el pueblo, de modo que me decidí a dar un
paseo con una mínima esperanza de poder encontrar el lugar de mis sueños.
Empecé a andar como el día anterior y lo encontré. No había sido un sueño.
Paseé, esta vez con el sol filtrándose entre las ramas y dando
un toque dorado que idealizaba más el lugar. Me senté en el suelo y me quedé
inmóvil. No hice nada, sólo respiré el fresco aire y observé. Observé
cuidadosamente durante largo rato. Para mí el tiempo se detuvo en ese momento.
Tenía la misma sensación que el día anterior, como si estuviera flotando.
Pasaron las horas y sin quererlo se hizo de noche. Volví a casa sin saber como.
Cada día de los
siguientes iba a ese bosque. Me quedaba observándolo, paseando sus hermosos
caminos y saboreando su olor especial. Tantas horas pasé allí hasta que me
absorbió por completo. A cualquier hora deseaba estar allí. Tanto lo deseaba
que me desconcentraba y no prestaba atención a mis padres. No podía vivir sin
ese bosque. Sentía que me faltaba el aire si no iba allí. Así que una noche me
escapé y volví.
Entonces me senté en el
suelo como siempre y empecé mi meditación diaria. Pero ese día no iba a ser
como los demás.
De repente todo se
volvió diferente. Lo primero que sentí fue la temperatura. Ese aire cálido que
antes flotaba se convirtió en uno gélido que me dio escalofríos por todo el
cuerpo. El olor ya no era de hierba fresca si no de algo repugnante, como
podrido. Me levanté y observé intentando averiguar que le pasaba a mi bosque.
Pero una sensación de terror me envolvió, ya que no me pareció seguro sino todo
lo contrario.
Me entraron ganas de
salir de allí, así que empecé a andar a paso ligero hacia la salida. Pero
después de andar un largo rato, volví al mismo lugar. Me entró el pánico, pues
mis ganas de dejar ese bosque aumentaron, de modo que empecé a correr.
De repente algo me cogió
del tobillo y me caí. Mientras mi labio sangraba me levanté dispuesta a correr
todo lo que podía. Y así lo hice. Mientras corría, el silbido del aire se
convirtió en aullido, los troncos de retorcidas formas parecía que me
observaban con cruel aspecto y cada vez me costaba más correr. Y llegué al
mismo sitio.
El agotamiento se unió a
mi desesperación e hice un último esfuerzo. Corrí lo más que pude hacia otras
direcciones mientras el bosque me gritaba en los oídos y el aire frío me helaba
los huesos. De repente, las piernas se me paralizaron y con un gemido caí.
Levanté la vista con mi
labio sangrante y observé que enfrente de mí se erguía un gran árbol idéntico a
sus compañeros. Me quedé mirándolo y no se como, en ese momento supe que nunca
saldría de ese bosque.
Un imán muy fuerte me
atraía hacía ese árbol y en un momento sus formas retorcidas de empezaron a
mover con un ruido ensordecedor, abriéndose como una flor en primavera. Esa
fuerza me atraía más y más hasta que me encontré dentro del árbol. Sus formas
entonces se empezaron a cerrar hasta que todo fue oscuridad. Estaba dentro del
árbol. Se hizo el silencio.
Mis lágrimas recorrían
mi rostro mientras yo golpeaba en todos los sitios son todas mis fuerzas. Hasta
que un dolor indescriptible se apoderó de mi cuerpo. Me paré sobresaltada.
Empecé a sangrar más de mi labio. Me dolía todo. Entonces grité y salpiqué sangre
que salió de mi garganta. No sabía que me pasaba. Mis lágrimas se habían
tornado rojas y mi nariz sangraba a borbotones. Me ahogaba. De repente me quedé
inmóvil.
Ahora podía ver dentro
de mi tronco de árbol tras una cortina púrpura que ocultaba mis ojos. Sabía que
ese iba a ser mi hogar para siempre. Sigo aquí. Mi antigua personalidad no se
ha muerto del todo.
Aunque forme parte de
este bosque y sea su máxima aliada, aun tengo recuerdos de mi vida anterior.
Mis padres, el pueblo y mis agradables visitas a este bosque antes de que me
mostrara su verdadera cara. No sé como, puedo observar el resto del bosque por
si viene alguien que pueda acompañarnos. Le engañaremos hasta que sea demasiado
tarde.
Le atraparemos como me
atrapó a mí. Y así viviré hasta que a este árbol se le acabe la vida y con la
suya la mía también."
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