Cuenta una leyenda del estado de
Durango, que en el Cerro de Mercado, formado de magna de cuerpos de óxido de
fierro que le dan una bonita forma triangular, existe una cueva muy especial,
pues se abre cada noche por unos cuantos minutos.
Cuando la cueva se abre, por ella sale
un toro de color negro que tiene unos hermosos cuernos de oro. Dicen que sale
con el propósito de vigilar la entrada de la cueva.
Una cierta noche, un hombre que se
llamaba Martín, salió a caminar por el campo. Cuando llegó cerca del Cerro del
Mercado, escuchó unos ruidos que llamaron su atención.
Se acercó más al cerro, y vio al gran
toro negro cuyos cuernos brillaban, maravillosamente, a la luz de la luna.
Al verlo, Martín quiso torearlo.
Cuando el hermoso toro vio que el hombre se le acercaba, se retiró de la
entrada de la cueva, lo cual aprovechó Martín para entrar en ella, pues estaba
muy curioso por ver cómo era por dentro.
Con mucho cuidado Martín se fue
adentrando en la casa del toro.
De pronto, el hombre se encontró con
un fabuloso tesoro, había muchas monedas de oro y joyas valiosísimas. Mientras
Martín observaba maravillado el tesoro, apareció una hermosa muchacha que le
dijo que ese tesoro era de él, ya que lo había encontrado.
En ese preciso momento, el bello toro
de los cuernos de oro entró en la cueva.
Cuando Martín lo vio, se asustó tanto
que salió corriendo por temor a que lo fuera a cornear.
En cuanto Martín estuvo fuera de la
cueva, la entrada se cerró completamente. Martín ya no pudo volver a entrar, y
perdió para siempre la riqueza del tesoro y los amores de la bella muchacha,
que según supo después, era la hija del Toro de los Cuernos de Oro.
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