En
tiempos muy remotos y lejanos, cada que se cumplía un año, era de ley que la
Tierra se inundara y todo se volviera un espantoso caos.
En cierta ocasión a un
indígena tepehua se le ocurrió la idea de elaborar una caja y meterse dentro de
ella para no morir ahogado cuando llegara el momento de la inundación. Y dicho
y hecho, se puso a construir una buena caja con la madera que recogió de su
entorno.
Cuando empezó a notar que
llegaba el día de tan terrible inundación que devastaba la Tierra, el hombre se
metió dentro de la caja, la cerró con un tablón y encima de la tapa colocó a un
verde loro que tenía como mascota.
Mientras
tanto, el agua caía torrencialmente y cada vez se inundaba más y más la Tierra,
hasta que la inundación llegó al cielo. El agua se movía demasiado y provocaba
que la caja chocara contra el cielo. El loro, que se encontraba encima de ella,
se daba de golpes contra el cielo, y trataba de esquivarlos bajando la cabecita
y encorvándose; razón por la cual ahora todos los loros andan medio agachados.
Al cabo de un cierto
tiempo, el agua de la inundación empezó a bajar, y bajó tanto que llegó de
nuevo a la Tierra. En ese momento, el hombre decidió abrir la caja y salir de
ella, pues se encontraba medio entumido.
Cuando quiso poner un pie
en la superficie, se dio cuenta de que la tierra estaba demasiado enlodada y
chiclosa, lo cual no le permitía salir, pues se quedaría atrapado en el lodo.
Entonces decidió esperar hasta que se secara lo suficiente. Esperó y esperó
hasta que la tierra se secó.
Cuando pudo salir, el
hombre se dio cuenta de que a su alrededor habías muchos pescados que el agua
había dejado en su tremenda subida. Este hecho lo puso muy contento y se
dispuso a hacer un buen fuego para para los pescados y comérselos.
Por su astucia el hombre se
había salvado de morir ahogado y había obtenido un sabroso y buen alimento.
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