El ritmo musical y baile
conocido con el nombre de “danzón” tiene su origen en la danza y la contradanza
europea (ritmo de danza en compás binario compuesto por secciones de ocho
compases que se repiten) que llegó a La Habana en 1762, cuando migraciones de
colonos franceses y negros de Haití llegaron a Cuba, a raíz de las revueltas de
los trabajadores de los trapiches contra los patrones franceses. La contradanza
se arraigó en Cuba, y al recibir las influencias musicales del país, dio
origen a una música criolla especie de contradanza, pero ya con sabor cubano.
Un ejemplo lo encontramos en la composición Los Ojos de Pepa de Manuel
Saumeill. La contradanza aumentó sus partes formativas y alargó el tiempo de
baile, y se le llamó “danzón”, es decir, danza grande. El primer danzón
recibió el nombre de Las Alturas de Simpson (titulado así en alusión a un
barrio de matanzas); se estrenó en Matanzas, una provincia de Cuba, el 1° de
enero de 1879, ejecutado por una orquesta compuesta de trombón, cornetín, un
fingle, dos clarinetes, un contrabajo, dos violines, un güiro y dos timbales.
Este danzón (más otros 144) lo compuso Miguel Faílde, hijo de gallego y de una
mulata cubana, quien también dirigía la orquesta. El danzón estaba estructurado
por una introducción, un trío de clarinete y un trío de metales, y lo
interpretaba la llamada “orquesta típica”. Ni qué decir que este danzón fue un
éxito total, obligatorio en cada fiesta habanera.
Hacia inicios del siglo XX, el danzón se fue modificando e
incorporó elementos de otros ritmos musicales como el son cubano (ritmo de la
parte oriental de Cuba) y del son montuno, como se escucha claramente en el
danzón titulado El Bombín de Barreto, de José Urfé. Desde entonces el danzón ha
seguido su camino. En cuanto a la estructura musical del danzón nos dice un
investigador que: es una especie de rondó que se desarrolla bajo el esquema
AB-AC-AD-AF, es decir, (A) introducción que después se torna en estribillo, (B)
desarrollo del primer tema, (A) estribillo, (C) desarrollo del segundo tema,
(A) estribillo, (D) ocasionalmente, desarrollo del tercer tema, (A) estribillo,
poco acelerado al final que resuelve en (F) “montuno” final, ligeramente más
vivo. Como en los temas B, C y D pueden acomodarse las melodías de canciones
populares de cualquier nacionalidad, trozos de ópera o de piezas muy conocidas,
el danzón adquiere una gran versatilidad que le permite ser fácil y francamente
aceptado en diferentes ámbitos.
El Ministerio de Cultura de Cuba, decretó al danzón como parte
del Patrimonio Inmaterial de la isla, dentro del marco del XXII Festival
Cuba danzón-2013.
El danzón llegó a
nuestro país en el año de 1890, vía Yucatán, y se arraigó inmediatamente, sobre
todo en el estado de Veracruz, donde fue llevado por inmigrantes cubanos
que salieron de Cuba huyendo de la situación política causada por la
Independencia de España, la intervención armada de los Estados Unidos, y la
instauración del primer régimen constitucional. En todo México el danzón gustó
mucho, y muy pronto se empezaron a formar orquestas danzoneras como la de
Severiano y Albertico, la de los chinos Ramírez, y la Danzonera Pazos. A la
orquesta inicial se le agregaron nuevos instrumentos como el saxofón barítono,
y los metales que agregaron más trompetas y trombones. Hoy en día, el danzón
forma parte importante de las tradiciones populares del Puerto. De Veracruz el
danzón pasó a la Ciudad de México, gustó, se aclimató, y dio origen a la
aparición del famoso Salón México, centro de reunión de los amantes del danzón,
ubicado en la calle Pensador Mexicano No. 16, en la Colonia Guerrero.
El Salón México
El Salón México se
inauguró el 20 de abril de 1920. Ocupó un edificio que había sido la
conocida Panadería los Perros. En la apertura participó la Danzonera de
Tiburcio Hernández, El Babuco, timbalero cubano muy conocido en México. Contaba
el Salón México con una sala de espejos y tres pistas de baile. Cada sala
albergaba a los bailadores según la clase social a la que pertenecieran: en la
pista conocida con el nombre de “Mantequilla”, bailaban los integrantes de la
clase alta y los intelectuales; en la llamada “Manteca”, se encontraban las
personas de la clase media; y en denominaba “Sebo”, se refugiaban los
bailarines de la clase baja. El decorado era tipo californiano, con grecas
mexicanas y flores al estilo guaje michoacano. En el salón Renacimiento, el de
postín, había bastidores con pinturas folclóricas de José Gómez Rojas, El
Huentote, que representaban danzas como la de Los Chinelos y el Jarabe Oaxaqueño.
En la planta baja, las personas se divertían con espejos deformantes, como los
de Chapultepec. El Salón México contaba con un señor que por 20 centavos
rociaba de perfume “francés” a la pareja de baile que lo solicitara. Como al
Salón acudían todas las clases sociales de la ciudad, se daba el caso de que
algunas mujeres humildes acudieran sin zapatos; razón por la cual un buen día
apareció un letrero que rezaba: “No tirar colillas porque se queman los pies
las señoritas”; a mas de otros letreros que recomendaban: “Favor de no
limpiarse las manos en las cortinas” (verídico). Las tres salas del Salón se
llamaban: La Maya, La Azteca y La Tianguis. Estaban distribuidas en semi
círculo; en medio, se encontraba un quiosco-bar para la venta de licores y cervezas,
y otro en el que se podían adquirir bocadillos. El Salón abría sus puertas los
sábados, domingos, lunes, y jueves durante doce horas seguidas: de cinco de la
tarde a cinco de la mañana del otro día. Las orquestas más ligadas al Salón
México fueron la de Juan de Dios Concha y sus estrellas, la de Dimas Prieto,
Gonzalo Curiel, y la famosísima de Consejo Valiente “Acerina”. Fueron famosas
las Posadas organizadas en el Salón México cada temporada navideña. Los
bailadores personificaban a los Santos Peregrinos, y se pedía posada con
todas las de la ley, letanía incluida. Un atractivo más del Salón México fueron
los concursos de baile en los que participaron bailarines populares famosos
como La Negra Palomares, Carlos D. Barriel, El Calcetín, y Jesús Ramírez, El
Muerto, entre otros muchos más. El jurado lo integraban personajes de la época,
como por ejemplo El Indio Fernández, quien dirigió la conocida película Salón
México estrenada en 1948. Los premios eran una copa, dinero y un diploma.
El Salón México dejó de existir en 1962, por disposición del
regente Ernesto Uruchurtu, como parte de su campaña “moralizadora”.
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