Cuentan los abuelos purépecha del
estado de Michoacán, que hace muchos años el Sol y la Luna estaban casados y
eran muy felices viviendo en las alturas.
Pero un día apareció por el Cielo
Citalimina, Venus, el astro de los cielos de la mañana y de la tarde, y todo
cambió en su felicidad.
En
una ocasión, la Luna encontró al Sol platicando con Venus, que era una estrella
muy bella con una larguísima cabellera. La Luna se enceló y le reclamó al Sol
sus coqueteos.
Se pelearon, se insultaron y hasta se
dieron de golpes. Como el Sol era más fuerte que la pobre Luna, le dejó la cara
llena de moretones, que son las manchas que podemos ver en su superficie desde
la Tierra si la observamos con atención.
La
Luna decidió separarse del Sol y se fue muy lejos, ya no se hablaron más; por
eso uno sale de día y la otra de noche.
Como es natural, este hecho ocasionó
que se formara el día y la noche en la Tierra.
Cuando llegan a juntarse los dos
astros en el Cielo, se vuelven a convertir en los amorosos amantes que antes
eran y, en ese momento se producen los eclipses.
Cuando se vuelven a separar los
esposos, la Luna se pone a llorar mucho de la tristeza que le da, y cada
lágrima que cae a la Tierra se convierte en gotas de plata, que las mujeres
purépecha recogen para fabricarse hermosos aretes que tienen forma de media
luna, con lágrimas de plata que penden de ellos.
Cuando
la Luna no llora mucho, sino sólo poquito, sus lágrimas no se convierten en
plata sino en frescas gotas de rocío, que se transforman en charamuscas, que
son una flores amarillas, anaranjadas o rojas que se parecen a las dalias;
entonces, los niños escarban en la tierra para sacar las dulces y acuosas
jícamas que son las raíces de la flor, que además calman la sed de quien las
come.
Para
recordar el regalo que la Luna les ha dado a las mujeres, no deben cortarse
nunca el pelo, y si lo llegan a hacer, tiene que ser cuando hay Luna Nueva,
cuando adquiere el nombre de Xaratanga, la diosa lunar de los purépecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario