A finales del siglo
pasado, en el poblado de El Triunfo, en Baja California, vivía un rico
matrimonio que tenía una hija muy bella: la chica era rubia, blanca y delgada,
además de tener muy buen carácter.
Esta joven, llamada
Alma, se enamoró de Narciso, un muchacho que trabajaba en el campo, de familia
humilde y sin dinero.
A pesar de la
diferencia económica, se hicieron novios, pero los padres de Alma no estaban de
acuerdo con el noviazgo, y decidieron encerrarla en su recámara prohibiéndole que
volviese a ver a Narciso.
Sin embargo, el muchacho
acudía a la casa de Alma, y cuando llegaba tocaba en la pared de la cocina con
una vara, para que Alma supiera que no la había olvidado.
Al oír el ruido, la
muchacha se ponía muy contenta y entonces podía dormir tranquila.
Un día, Narciso decidió
irse a San José del Cabo para buscar un trabajo que le diera buen dinero y así
poder casarse con Alma.
Le dijo a una vecina que
le entregara una carta a su novia donde le explicaba que había partido a hacer
fortuna.
Pero la mujer nunca pudo
entregarle la carta a Alma, porque sus padres la vigilaban muy bien y nunca
pudo verla para cumplir el encargo.
Pasó mucho tiempo, y los
padres de Alma decidieron que ya era hora de que se casara. Arreglaron la boda
con los padres de un muchacho al que juzgaron conveniente.
En esas estaban cuando
una noche Alma escuchó un ruido en la pared de la cocina. Salió de la casa
apresuradamente y se encontró con Narciso que le propuso que huyeran para
casarse y ser felices.
Así lo hicieron. Se
fueron a vivir a la playa donde construyeron una bonita casa, y vivieron juntos
por muchos años. El 6 de noviembre de 1997, se convirtieron en los tatarabuelos
de una hermosa niña llamada Alejandra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario