Cuenta una leyenda
pápago que había una vez una niña muy bonita que vivía en una población de la
Pimería Alta, entre los desiertos de Sonora y Arizona, que se llamaba San
Francisquito.
Era una niña muy buena
de diez años a la que llamaban Adelita. Vivía con sus padres y con un hermanito
menor que ella, de seis años de edad.
Desde muy pequeña su madre, doña Natalia, le había enseñado a
tejer canastas, las cuales le salían muy bonita y coloridas.
Vivían de lo que
sembraba el padre, y de las canastas que vendían a los turistas. Aunque no eran
ricos, sino más bien pobres, todos eran felices porque se querían mucho.
Un día en que se encontraban en la milpa su padre, la madre y el
hermanito pequeño recogiendo la cosecha de elotes y calabazas, apareció por los
aires un remolino de arena proveniente del desierto.
Al verlo, todos trataron
de esconderse entre la milpa, pero no lo lograron y cuando el remolino estaba
junto a ellos, salió el terrible monstruo de la arena llamado el Come Elotes.
Empezó a devorar todos
los elotes que habían cortado de sus ramas. Acabó con todos, y como seguía
teniendo hambre, decidió comerse a los asustados padres y al hermanito que
lloraba y llamaba desconsoladamente a su hermana.
Pero Adelita no podía
oírlo, pues se encontraba en la choza donde vivían tejiendo sus hermosas
canastas que llevaría el domingo al tianguis.
Así, pues, el Come
Elotes acabó con la cosecha y con la familia de Adelita.
Si las personas la
llamaban porque tenían un apuro, Mariposa se aparecía cuando consideraba que el
caso lo ameritaba.
La persona que la había
llamado le pedía lo que quería hablándole muy quedito al oído, y Mariposa le
concedía lo que deseaba, siempre y cuando no intentara atraparla.
Adelita miró hacia el
Cielo y llamó a Mariposa, la cual acudió a su llamado pasados tres minutos.
La niña la tomó en sus
manos y le dijo al oído que deseaba que sus padres y su hermanito volvieran
sanos y salvos. Después, dejó libre a la Mariposa.
Pasados otros tres minutos, la familia apareció la familia muy
contenta de haberse librado de la muerte, y junto a ellos se encontraban todos
los elotes que Come Elotes había devorado.
Recogieron las mazorcas,
se fueron a la casa y vivieron muy felices por siempre.
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