Hace mucho tiempo vivía
en Michoacán un joven que no quería casarse.
Su madre estaba muy
preocupada porque pensaba que cuando se muriera nadie cuidaría de su hijo.
Un mal día la madre se
murió, y como ya nadie atendía al muchacho decidió irse a vivir a la cima de un
cerro y cultivar maíz para alimentarse.
Nunca bajaba a su pueblo, ni visitaba a sus hermanos. Cuando los
elotes de la milpa crecieron, el joven se dio cuenta de que le faltaban
algunos.
Alguien se los había
robado. Muy enojado, decidió espiar para conocer al ladrón, pero no podía ver
bien porque la niebla se lo impedía. Sin embargo, un día vio a una muchacha muy
bella que estaba cortando los elotes de su milpa.
Entonces, el joven le
dijo que dejara de robarse los elotes. Pero la joven volteó a verlo y le dijo:
¡Vaya, pues, porque no voy a cortar los elotes si yo ayudo a las milpas para
que crezcan! El muchacho le contestó muy molesto: -¡Eso no es verdad, tu nunca
me ayudaste a barbechar, ni a arar ni a sembrar las semillas! La joven replico:
-¡Te equivocas, yo soy la Lluvia que riega este cerro!
Desde ese momento, el muchacho y la Lluvia se hicieron muy
amigos y platicaban de muchas cosas.
Poco después se
enamoraron y se casaron. El mismo día que se casaron Lluvia le dijo a su esposo
que construyera unos corrales.
Extrañado, él le
replicó: -¡Pero para qué, Lluvia, si no tengo ningún animal! La esposa dijo
entonces: – No te preocupes, mañana al amanecer estarán muchos animales en el
corral.
Cuando el joven
despertó, el corral tenía muchos animales. Le preguntó a Lluvia en dónde los
había conseguido, pero ella le contestó que no se preocupara, y que se pusiera
a ordeñar a las vacas.
Los hermanos se dieron cuenta de la buena posición económica que
tenía el muchacho, decidieron irlo a visitar, y el joven al verlos los abrazó y
les dio muchos regalos.
Bajaron todos al pueblo
y se fueron a emborrachar a una cantina. Se convirtió en una costumbre, y el
muchacho empezó a malgastar todo el dinero que había ganado en bebidas, y en
darles regalos a las mujeres que se aprovechaban de él al verlo tomado.
Lluvia estaba muy enojada con el comportamiento de su marido, y
un día decidió dejarlo.
Cuando el hombre vio que
había perdido a su mujer, se puso muy triste y dejó la bebida y las parrandas.
Sin embargo, a pesar de su buen comportamiento la hermosa Lluvia nunca más
regresó.
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