Cierto día, Tepeu y
Gucumatz decidieron hacer a los verdaderos hombres, después de haber fracasado
en sus intentos anteriores. Querían que los hombres existieran sobre la Tierra
para ser adorados, nutridos y celebrados.
Ellos dijeron: Ha
llegado el tiempo del amanecer, de que se termine la obra y que aparezcan los
que nos han de sustentar, y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos
civilizados; que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la
tierra.
En la noche se reunieron
y decidieron de qué debía estar hecha la carne de los humanos: Se juntaron,
llegaron y celebraron consejo en la oscuridad y en la noche; luego buscaron y
discutieron, y aquí reflexionaron y pensaron.
De esta manera salieron
a luz claramente sus decisiones y encontraron y descubrieron lo que debía
entrar en la carne del hombre. Poco faltaba para que el sol, la luna y las
estrellas aparecieran sobre los Creadores y Formadores.
De un lugar llamado
Paxil, de Cayalá, Yac, el Gato Montés; Utiú, el Coyote, Quel, La Cotorra; y
Hoh, el Cuervo trajeron elotes blancos y amarillos.
Con parte de la masa de
estas mazorcas, Ixmucané hizo nueve bebidas para dar vigor y músculos a los
primeros cuatro hombres, y con otra parte formó su carne y su sangre. Ellos se
llamaron: Balam-Quitzé, Balam-Acab, Mahucutah, y Iqui-Balam.
Estos fueron los
primeros padres de los mayas creados por el Formador, los Progenitores, Tepeu y
Gucumatz. Fueron hombres que hablaban, veían, andaban y asían las cosas. Era
bella su figura de varón.
Además, eran
inteligentes y lograban ver el mundo que los rodeaba, aun cuando la distancia
de las cosas fuese inmensa. Se trataba de hombres maravillosos, que no tardaron
en darles las gracias al Creador y al Formador por haberles dado vida.
Y en seguida acabaron de ver cuánto había en el mundo. Luego dieron las
gracias al Creador y al Formador: — ¡En verdad os damos gracias dos y tres
veces! Hemos sido creados, se nos ha dado una boca y una cara, hablamos, oímos,
pensamos y andamos; sentimos perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo
que está cerca. Vemos también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la
tierra. Os damos gracias, pues, por habernos creado, ¡oh Creador y Formador!,
por habernos dado el ser, ¡oh abuela nuestra! ¡Oh nuestro abuelo!, dijeron
dando las gracias por su creación y formación.
Pero a los dioses no les
agradó que estos seres fuesen tan perfectos, siendo que habían sido creados por
ellos: Corazón de Cielo, Huracán, Chipi-Caculhá, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores,
Ixpiyacoc, Ixmucané, el Creador y el Formador; o sea, todas las divinidades
creadoras.
Entonces, Corazón de
Cielo les echó vaho en los ojos, y los hombres solamente pudieron ver lo que
estaba cerca de ellos. La sabiduría y los conocimientos de los hombres, padres
de los maya-quichés, se destruyeron, ya no eran tan perfectos como los dioses.
Para que formaran pareja
con los estos seres, los dioses crearon a Cahd-Paluna, Comihá, Tzununihá, y
Caquixahá, todas hermosas mujeres que engendraron con sus esposos a las tribus
grandes y a las pequeñas de los mayas.
Los descendientes Tepeu,
Olomán, Ahau, Cohah y Quenech se fueron hacia el Oriente y se multiplicaron.
Balam-Quitzé fue el abuelo y el padre de las nueve casas de los Cavec; Balam-Acab
lo fue de las nueve casas de los Nihaib; y Cahucutah formó las cuatro casas de
Ahau-Quiché. Y así nacieron todos los grupos de indios mayas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario