Atoyatempan es un municipio del estado
de Puebla ubicado al centro de la entidad, en la región de Tecali, es cruzado
por el río Atoyac. Este río está formado por la confluencia del Río Zahuapan
que nace en Tlaxcala y el San Martín que baja del Río Frío.
Atoyatempan viene de las voces náhuatl
Alt (Agua), Atoyac (Agua derramada o lágrimas derramadas) y Tempan (Labio u
Orilla), por lo que su significado original es "A la orilla del río",
"A la orilla del agua derramada" o "A la orilla de las lágrimas
derramadas".
En Atoyatempan se encuentra,
precisamente, una montaña de medianas dimensiones a lo alto, pero de bastante
longitud hacia lo largo, y a quienes muchos conocen y que nos lleva de la mano
a los tiempos míticos del México mágico y misterioso:
Allá en la noche de los tiempos,
cuando el hombre aún no existía, los dioses y semidioses poblaban el mundo y
hacían su vida como cualquier ser humano, con pasiones, con errores, con
alegrías y con infortunios.
Cuenta la leyenda que había un dios
llamado Tentzon, cuyo nombre significa "Anciano de barbas", y cuya edad rebasaba la memoria
conocida.
Era uno de los dioses más antiguos y
poco se sabía de su origen. Sin embargo, un día, Tentzon se enamoró de una de
las hijas más jóvenes y más bellas de los dioses.
La dulce Malintzin, cuyo nombre
proviene de las voces náhuatl Malin (que es el nombre que en lengua indígena se
da de modo general a todas las mujeres y que significa Madre) y Tzin (que
significa Señora o Princesa).
Cuenta la
historia que, precisamente por tratarse de un dios muy viejo, los demás moradores
del cielo se negaron a que hubiera cualquier relación entre él y la joven
Malintzin. Como era tradición, Tentzon nombró un Embajador para que pidiera su
mano a los señores del universo.
El
embajador fue un dios también muy viejo y cuyo nombre era precisamente ese:
Huehuechiki o Embajador, pero que ahora se conoce como El Pinal, y que es un
cerro muy alto en forma de pino que se encuentra ubicada en la región de
Nopalucan y Lara Grajales, al oriente del estado de Puebla.
Cuando
conocieron de la petición de Tentzon, los dioses-como ya se dijo-se reunieron a
parlamentar tres días y tres noches, y llegaron a la conclusión de que se
trataba de un dios muy viejo para una muchacha tan joven y linda, por lo que se
negaron a dicha reunión.
Cuando el Huehuechiki le transmitió la
respuesta a Tentzon, éste se desgarró de dolor, y tristeza fue tan grande, que
la dulce Malintzin se conmovió y apiadó de él, despertando en su corazón la
llama del amor.
La doncella, entonces, se dirigió a
los señores del cielo para que le dieran una oportunidad al anciano de las
barbas, pero se negaron rotundamente, pues además, una diosa tenía prohibido
realizar una petición de tal naturaleza. Y ahora fue Malintzin quien rompió en
amargo llanto. Los señores del universo, que no habían conocido un dolor tan
grande y un amor tan extraño, se conmovieron y decidieron darles una
oportunidad, así que colegiaron y, tras deliberar, mandaron a llamar al
Huehuechiki para darle su veredicto.
Como ni siquiera los dioses podían
romper sus propias reglas, determinaron que la prueba que les iba a poner a los
enamorados debía ser muy difícil para que nadie de ellos pudiera exponerse a un
castigo.
La prueba para Malintzin sería llorar
hasta que sus lágrimas formaran una corriente tan grande que pudieran arrastrar
todo aquello que encontrara a su paso.
La prueba para Tentzon sería impedir
que la corriente siguiera creciendo.
Para ello, debería cubrirla con su
cuerpo, pues no podría usar piedras, tierra ni ningún material más que su
propio ser.
El castigo sería que, si ella no
lograba formar una corriente con su llanto, y que si él no lograba detener
dicha corriente o ésta llegaba a burlarlo y escurrir por algún lado, serían
confinados al firmamento y separados para siempre.
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