Cuentan
en la ciudad de Guadalajara, capital del estado mexicano de Jalisco, que
en una ocasión Fermina fue llevada por su madre al Hospital Civil debido a un
fuerte dolor en el vientre. Debían operarla de urgencia. Por lo tanto, los
médicos la anestesiaron y la llevaron al quirófano para proceder. Fermina se
durmió bajo los efectos de la anestesia.
Cuando despertó, se
encontraba en un cuarto blanco y alto, con muchas camas con pacientes
quejumbrosos. La oscuridad del recinto sólo se atenuaba por una luz que
procedía del cubículo de las enfermaras. Fermina se dio cuenta de que una mujer
vestida con los hábitos de monja antigua caminaba por entre las camas de los
enfermos. Con el rostro cubierto, la monja se detenía en cada cama, miraba al
doliente y rezaba. La aparición se repitió cada noche, justo cuando las
enfermeras apagaban la luz y se trasladaban a su cubículo.
Fermina le preguntó a una
de las enfermeras sobre la identidad de aquella monja, pero no obtuvo
respuesta, sino solamente la indicación de que se fuese a bañar. Pero como la
muchacha se sentía muy débil, esperó hasta la noche para acudir a bañarse. Al
irse acercando al baño escuchó que alguien se encontraba en él y se estaba
tomando una ducha. Cautelosamente, Fermina se puso a espiar y vio que una mujer
con largo y negro cabello negro estaba bajo la ducha… pero en vez de chorrear
agua lo que corría por su cuerpo y el suelo era sangre! De repente, la mujer
volteó y Fermina vio que tenía unos ojos muy negros. Atemorizada, la joven
volvió al dormitorio temblando de horror.
Poco después, Fermina trabó
amistad con una enferma de su edad. Ya entradas en confidencias le preguntó si
ella había visto a una monja que caminaba entre las camas de los pacientes.
Fermina le respondió: -Por supuesto que la veo, siempre viene a rezarles a los
enfermitos para que se curen rápido. Entonces la amiga le respondió: -¡Pero es
que no me has entendido, esa mujer está muerta! ¡Fíjate bien, su cara es una
calavera y flota porque no tiene pies!
Incrédula
ante lo dicho por su amiga, Fermina decidió cerciorarse por ella misma. Por la
noche espero a que las enfermeras apagaran las luces y se mantuvo al acecho.
Poco tiempo después la monja apareció. Fermina fingió dormir, pero la observaba
a hurtadillas semi tapada por la colcha. Cuando se acercó a su cama, pudo
constatar que, efectivamente la monja flotaba y su cara era una horrible
calavera con dos profundos hoyos negros como ojos. Ante tan horrenda aparición,
Fermina cayó desmayada.
Al día siguiente, muy
tempranito, la muchacha, a pesar de aún no estar dada de alta, sacó su maleta
de debajo de la cama, se vistió apresuradamente, y se fue cuan veloz era a su
humilde casa que se encontraba en un cercano pueblo. Jurándose que nunca más
volvería a pisar ese escalofriante Hospital Civil donde el fantasma de una
monja se aparecía.
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