Era junio de 1962. El
presidente de los Estados Unidos de América, John F. Kennedy, se encontraba de
visita en México. Dentro de la agenda política a tratar con el presidente de
este país, Adolfo López Mateos, se encontraba una disputa casi centenaria: la
propiedad territorial de 177 hectáreas ubicadas entre Ciudad Juárez, Chihuahua,
y El Paso, Texas.
En una prolongada entrevista López Mateos argumentó el caso
mexicano y expuso todo el historial del conflicto. Se dice que entonces
Kennedy, que había sido informado de ello por sus asesores desde Estados
Unidos, replicó: ¿este interés es económico, político o sentimental? Dada la
pequeña fracción de terreno el mandatario quería una respuesta honesta.
La historia de esta tierra en disputa, conocida como El
Chamizal, databa de 1864, cuando mexicanos radicados en Paso del Norte (hoy
Ciudad Juárez) informaron de una notable variación en el caudal del río Bravo,
que había separado “de nuestro lado”, tierras que ahora se adjudicaban los
texanos. Fue entonces que nuestra diplomacia entró en acción para solucionar el
conflicto, aunque dentro de las posibilidades que permitía la guerra en México.
Se intentó establecer que si bien los Tratados de
Guadalupe-Hidalgo (1848) establecían que la frontera entre ambas naciones sería
el río Bravo, esto era válido ante todo cambio paulatino y natural y no contra
cambios bruscos o artificiales en el caudal, por lo tanto el territorio, más
allá de su posición respecto al río, era indudablemente mexicano.
La negativa estadunidense ante este alegato llevó a que el
gobierno mexicano optara por las diferentes posibilidades que el derecho
internacional permite para este tipo de disputas, pero tendrían que pasar la
época juarista y el Porfiriato para una resolución definitiva. Fue en junio de
1911, con Francisco León de la Barra como presidente interino y Francisco I.
Madero como el líder triunfante de la revolución de 1910, que la Comisión
Internacional de Límites y Aguas, intermediada por el canadiense Eugene
Lafleur, sentenciara que la pertenencia territorial debería ser acorde al cauce
del río Bravo antes del abrupto cambio de éste en 1864. ¡Una victoria
diplomática para México!
Sin embargo, el conflicto revolucionario, la intención
estadunidense de llegar a otro tipo de acuerdo y el inconveniente de tomar
posesión de un territorio que prácticamente se encontraba dentro de El Paso,
dejaron este tema para después, mucho después.
Sería López Mateos quien reactivaría las negociaciones y gracias
al inmejorable momento de la relación presidencial entre México y los Estados
Unidos, expondría que se trataba de un asunto legal, sin ánimo de revancha,
pero muy importante para el pueblo mexicano y su conciliación definitiva con el
país del norte. Kennedy estaría de acuerdo y el 29 de agosto de 1963 se
firmarían los convenios para solucionar el problema de El Chamizal. Entre
varios puntos, el más destacado fue la necesidad de cambiar el cauce del río
para permitir una estabilidad en la frontera y protección contra futuras
inundaciones.
En septiembre de 1964 el presidente Lyndon B. Johnson entregó
simbólicamente El Chamizal a López Mateos y en octubre de 1967 se reintegró
físicamente a México, con lo que se cumplían más de cien años de un arduo
proceso legal que si bien era un asunto político y económico, seguramente
también implicaba una cuestión sentimental.
No hay comentarios:
Publicar un comentario