jueves, 25 de abril de 2019

LA MALA HIJA




Lagos de Moreno, ciudad sita en el estado de Jalisco, en la época revolucionaria recibió a muchas familias adineradas provenientes de otros estados, que deseaban huir de los revolucionarios por miedo a perder todas sus pertenecías y a morir en manos de los bandoleros, como los llamaban. En Lagos de Moreno las tales familias se encontraban seguras entre gente de su misma clase social y de sus mismos intereses.
Entre dichas familias se encontraba el matrimonio formado por Rubén Peón Valdez y su amada esposa doña Blanca. Al poco tiempo de asentarse en Lagos de Moreno, tuvieron una niña muy bonita, a la que pusieron por nombre Blanca Rosa. Dos años más tarde, la familia aumentó con el nacimiento de un varón, al que nombraron Francisco. Ambos niños eran amados por igual. Sin embargo, la predilecta de don Rubén era la pequeña Blanca Rosa, a la que idolatraba. El matrimonio Peón Valdez tenía fama de tener la casa más bella de la ciudad y de recibir en ella a lo más granado de la sociedad. Como eran muy buenos anfitriones, todo el mundo deseaba ser invitado a sus fiestas y tertulias.
Al crecer, Blanca Rosa era aún más bonita que de niña, su blanco cutis, sus ojos azules y su largo cabello dorado llamaban la atención de todos. Ni qué decir tiene que la jovencita tenía la mar de pretendientes, quienes estaban locos por casarse con tan bella damita. Sin embargo, Blanquita no le hacía caso a ninguno y se mostraba indiferente ante tanto galanteo. Era tanta su indiferencia que sus padres llegaron a pensar que tenía vocación de monja.
Pasaron unos años y todo seguía igual con la muchacha. Ni se casba ni se metía a monja. Una cierta noche, Blanca Rosa se despidió de sus padres como acostumbraba y se recogió en su recámara. Al día siguiente, su madre fue a buscarla para que acudiesen a misa de seis. Tocó, abrió la puerta, y… ¡Oh, sorpresa la joven no se encontraba en el cuarto! La cama estaba tendida y una de sus ventanas se encontraba abierta y de ella pendía una cuerda.
Doña Blanca salió inmediatamente y alertó a la servidumbre para que la buscasen por toda la casa. Todo fue en vano, la chica no se encontraba en ella. Se buscó desde la azotea al sótano, pero Blanca Rosa no apareció. En la ciudad de Lagos pronto se propagó la noticia de la desaparición de tan bella niña, y el pueblo hasta un corrido le dedicó su extraña desaparición.
Nadie sabía nada de su desaparición. Se rumoraba que se había fugado con Chicho, el caballerango, que era muy guapo; o con Narciso Romo, que tan bonitos ojos tenía. Pero buscaron en donde vivían los dos muchachos, y no encontraron a la niña desaparecida.
Unos años después, doña Blanca, la madre murió de tristeza y sin saber el paradero de la pequeña. El escándalo que había causado la desaparición se fue acallando. Cuando murió don Rubén Peón, muchas personas vieron a una mujer con un largo velo blanco que con un bulto en sus brazos recorría las calles de la ciudad sin pisar el suelo. Al llegar al río gritaba: – ¿Dónde los encontraré? Y tiraba el bulto al agua. Los rumores empezaron a correr de nuevo, se dijo que Blanca Rosa se había fugado con Chicho del cual había tenido cuatro hijos. Se afirmaba que en cierta ocasión Chicho la había sorprendido teniendo relaciones con otro hombre y que, loco de celos, había matado a sus criaturas y a ella. Y que ahora el espíritu de Blanca, arrepentido de haberse portado tan mal con sus padres y su amasio, recorría la ciudad para pagar sus pecados.


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