ENOC a veces transcrito como Enoch o Henoc es, en el libro del Génesis, del Antiguo Testamento, el nombre de varios personajes Bíblicos
mencionados en dos genealogías, y posteriormente por muchos autores judíos,
cristianos y musulmanes. El primero
aparece como primogénito de Caín quien construyó una ciudad a la que le puso el
nombre de Henoc para celebrar su nacimiento. Henoc fue padre de Irad, éste de
Mehujael, éste de Matusalén, éste de Lamec quien aparece como el primer polígamo, y éste de Jabal. El segundo Henoc
aparece como hijo de Jared, descendiente de Set, hijo de Adán, padre de
Matusalén, abuelo de Lamec y bisabuelo de Noé. Este «Henoc anduvo con Elohim, y desapareció
porque Elohim se lo llevó»; «Por la fe Enoc fue trasladado
para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios». Otro Henoc
es hijo de Madián y nieto de Abraham, que habría vivido en el 1700 a. C. aproximadamente.
Según el Libro de los Jubileos, texto apócrifo escrito en tono midrásico, probablemente en
el siglo II a. C. por un judío fariseo de la versión hebrea sólo se conservan
los fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión mejor conservada es la etíope: “Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo
y de la Tierra) de los bene Elohím ‘los hijos de los Dioses’”.
Etimológicamente midrásico proviene del verbo hebreo darâs, que significa buscar, investigar, estudiar. El
nombre de dios El es
el nombre de uno o varios dioses ugaríticos que fueron importados a Palestina e
introducidos en los textos sagrados hebreos. Por ejemplo, en Génesis 1 se dice: «Entonces Elohím dijo “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra
semejanza”» y en Génesis
3: «Miren, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo lo
bueno y lo malo». Durante la descripción de la Torre de Babel Génesis 11,
los Elohím dicen: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus
lenguas». Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo
fue en un tiempo una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios
Yahvéh ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar un
Dios único. Sin embargo, otros opinan que
este término sería usado como un plural mayestático de un solo Dios. «Eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía
femenina. Los dioses El les enviaron para enseñar a la humanidad la verdad y la
justicia».
En el Libro de Enoc los hijos de los Elohím son llamados «Vigilantes» y se
les menciona como un grupo de ángeles.
Igualmente, según los midrashim de Yalqut Shimoni la más importante de varias
colecciones de midrashim, realizada en la primera mitad del siglo XIII por rabí Shimeon Hadarshan, de Fráncfort, y
el Bereshit Rabbati midrás sobre el Génesis, abreviado a partir de
un midrás perdido, más extenso, recopilado por rabí Moshe Hadarshan durante la
primera mitad del siglo XI en Narbona: “Shemhazai y Azael, originalmente Azazel, ‘le
fortalece un El’, dos ángeles que gozaban de la confianza de los Elohím ‘Señores’,
preguntaron: «Señores del Universo, ¿no les advertimos el día de la Creación
que el hombre demostraría ser indigno de Vuestro mundo?». Los Elohím
replicaron: «Pero si destruimos al hombre, ¿qué será de Nuestro mundo?». Los
ángeles contestaron: «Nosotros lo habitaremos». Los Elohím preguntaron: «Pero
si descendéis a la Tierra, ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos
suplicaron: «¡Déjennos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Vuestro
nombre!». Elohím le permitió descender, pero enseguida a los
ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante
el trato sexual. Henoc dejó constancia no sólo de las instrucciones que recibieron
de Elohím, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin
disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias.
Shemhazai engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los
cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael
inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los
hombres. En consecuencia, los Elohím les advirtieron que liberarían las Aguas
de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai
lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no
ahogarse, murieran de hambre. En aquellos días sólo la virgen Ishtahar
permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió
a los hijos de los Elohím: Préstenme sus alas. Ellos accedieron y ella voló
hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohím, que la transformó en
la constelación Virgo o según otros, las Pléyades.
Al perder sus alas, los
ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones
hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de
origen. Shemhazai
se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la
Tierra —cabeza abajo y con los pies hacia arriba—, donde permanece colgado
hasta nuestros días, formando la constelación llamada Orión por los griegos”.
Pero antes de continuar con Enoc, vamos a ver algunos temas que tienen
una relación bastante directa con los acontecimientos ligados a este enigmático
personaje. Se cree que el escritor griego Arato de comienzos del siglo III a.C.
también escribió sobre este relato, o su relato aunque diferente presenta una
gran similitud con éste. Cuenta que la Justicia, siempre virgen, ya que no
yacía con nadie, hija de la Aurora, gobernó con virtud la humanidad en la Edad
de Oro, pero cuando llegaron las Edades de Plata y de Bronce acarreando codicia
y masacre, ella exclamó: «¡Ay de esta raza perversa!» y ascendió al Cielo, donde se
convirtió en la constelación Virgo. El resto de la narración está tomada del
relato de Apolodoro sobre la persecución de las siete Pléyades vírgenes, hijas
de Atlante y Pléyone, que lograron escapar de los abrazos del cazador Orión
transformadas en estrellas. No obstante, la mayoría de los estudiosos creen que
Ishtahar parece referir a la diosa babilónica Ishtar, identificada a veces con
la constelación Virgo. La creencia
popular egipcia identificaba a Orión, la constelación en la que se convirtió
Shemhazai, con el alma de Osiris. La explicación de este mito de los gigantes «hijos de El», que
ha constituido un obstáculo para los teólogos, puede estar en la llegada a
Canaán de pastores hebreos, altos y bárbaros, aproximadamente en el 1900 a. C.
y en su contacto, mediante el matrimonio, con la civilización asiática. En este
sentido, los «hijos de El» se referiría a los propietarios de ganado
que veneraban al dios-toro semita El; «hijas de Adán» querría decir ‘mujeres de la tierra’ en hebreo adama, esto es, las agricultoras
cananeas adoradoras de la Diosa, famosas por sus orgías y su prostitución
premarital.
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