Hace muchos miles de
años, Hach Ak Yum, Nuestro Verdadero Señor, que vive en el plano superior de
universo con su esposa, creó a los hombres con barro, dio vida a la selva y a
todos los habitantes que la pueblan, y a las plantas que crecen el ella.
Una vez que el dios Hach
Ak Yum creó a las personas, decidió hacer el amor con su esposa Ak Na’, la
Luna, -la fecundadora universal, protectora de la mujeres, que en su telar teje
la materia prima de la vida- para tener hijos y que los hombres vieran cómo era
aquello se reproducirse, siguieran el ejemplo y se multiplicaran y poblaran la
Tierra con muchos lacandoncitos.
Dicho y hecho, el dios
creador se apareó con su sagrada mujer y tuvo a Ixchel, Sukun Kyum y Ah
Kyantho, además de otros hijos que por haberlo retado faltándole al respeto,
exiló a la selva.
A estos irreverentes
hijos se les llamó los Hijos Rojos, encargos de producir los fenómenos
climáticos y meteorológicos: granizos, truenos, rayos, vientos tormentosos,
para perjudicar a la humanidad.
Pero cuando Ak Na’ dios a
luz a su último vástago, empezó a sangrar terriblemente, y su sangre se regó
por toda la Tierra.
Al ver tanta sangre
derramada, el dios creador Hach Ak Yum, desesperado, agarró montones de tierra
y los arrojó sobre la sangre derramada por la diosa para tratar de que no se
viese.
En cuanto la tierra se
extendió por el suelo, empezaron a formarse todas las hormigas que habitan el
mundo: salieron hormigas rojas, hormigas negras, toda clase de hormigas… fueron
innumerables y se distribuyeron por todas partes para formar sus hormigueros y
vivir en paz.
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