Hace muchos miles de años, cuando aún
no había luz en el mundo porque el Sol y la Luna estaban cubiertos, un dios de
nombre Vucub Caquix, Siete Guacamaya, padre de los gigantes Cabrakán y Zipacná,
decía, presuntuosamente, que él era el Sol y la Luna. Afirmaba que era tan
maravillosos que todo él resplandecía: sus ojos, sus dientes, su nariz.
Por supuesto que Vucub Caquix no era
ni el Sol ni la Luna, tan sólo deseaba darse importancia, dominar y hacer alarde
de sus riquezas. Ante tanta fanfarronería, los gemelos sagrados Hunahpú e
Ixbalanqué decidieron poner fin al soberbio.
Para matarlo pensaron en tirarle con
una cerbatana cuando estuviera comiendo para que se enfermara. Los hermanos
tomaron sendas cerbatanas y partieron en búsqueda del presumido.
Los hijos de Vucub Caquix, nacidos de
la diosa Chimalmat, se encontraban entretenidos: Zipacná jugaba a la pelota con
las seis montañas que había creado en una noche cuando aún no amanecía. Y
Cabrakán se divertía haciendo temblar los montes y montañas.
Ellos también eran soberbios y
pregonaban lo que hacían llenos de presunción tratando de disputarse la
grandeza con Vucub Caquix. Ante tanta fanfarronería y competencia los gemelos
sagrados tomaron la decisión de matar a los tres, al padre y a los hijos.
Todos los días Vucub Caquix iba a
comer a un árbol de nance, se subía a la parte más alta y disfrutaba de su
comida preferida. De esta costumbre estaban enterados Hunahpú e Ixbalanqué. Así
pues, se escondieron entre unas hojas al pie del árbol para acecharlo. Cuando
llegó Vucub Caquix a comer, Hunahpú le apuntó con su cerbatana e hirió al dios
Siete Guacamaya en la mandíbula. Al sentirse herido, Vucub Caquix cayó del
árbol dando espantosos gritos de dolor. Hunahpú trató de cogerlo, pero Siete
Guacamaya le arrancó un brazo, se lo dobló hasta el hombro, se lo arrancó y se
fue a su casa llevando el brazo en el pico.
Al ver llegar a su esposo en tales
condiciones, Chimalmat le preguntó lo que le había sucedido, a lo que el esposo
herido le contestó que se encontraba muy mal herido de la quijada, que los
dientes se le movían y le dolían muchísimo. Siete Guacamaya decidió colgar el
brazo sobre el fuego del hogar y dejarlo ahí seguro de que el gemelo manco
vendría a buscarlo.
Ante esta situación, Hunahpú e
Ixbalanqué fueron a hablar con una pareja de viejos de cabellos blancos y
encorvados por la avanzada edad. El viejo se llamaba Zaqui Nim-Ac y la vieja
respondía al nombre de Zaqui Nimá Tziis. Los gemelos les pidieron a los dioses
que fuesen a donde vivía Vucub Caquix haciéndose pasar por una pareja de
mendigos, y que dijeran que los muchachos que iban tras ellos eran sus nietos
huérfanos de padre y madre.
Además debían decir que tenía la
habilidad de sacar el gusano de las muelas. Así Vucub Caquix no sospecharía que
eran los gemelos sagrados. Los cuatro agarraron camino. Los gemelos iban un
poco atrás de los viejos. Cuando llegaron a la casa de Siete Guacamaya, lo
vieron sentado en su trono gritando de dolor por sus muelas. Cuando vio a los
ancianos y a los muchachos, Guacamaya les preguntó de dónde venían, a lo que el
viejo respondió que andaban en busca de comida. Guacamaya inquirió si los
muchachos eran sus hijos y el dios aclaró que eran sus nietos a los que ambos
querían mucho y con los que compartían los alimentos.
Cuando Siete Guacamaya se enteró de
que los ancianos sabían sacar el gusano de las muelas, curar los males de los
ojos y colocar los huesos en su lugar, les pidió que le curasen los dientes,
pues era tan insoportable el dolor que no podía ni comer ni dormir por las
noches, y todo a causa de la maldad de dos gemelos demoníacos que le habían
herido con engaños. El viejo aceptó curarlo y le dijo que le sacaría todos los
dientes y le pondría otros nuevos, y de paso le curaría los ojos que se los
veía un poco mal.
Al principio, Vucub Caquix se negó,
pues les aclaró que sus dientes y sus ojos eran sus preciados y valiosos
ornamentos brillosos. Pero cuando el viejo le aclaró que los dientes estarían
hechos de hueso molido, Siete Guacamaya aceptó. Pero los dientes que le
colocaron los gemelos sagrados estaban hechos con granos de maíz, y cuando le
tocó el turno a los ojos, le reventaron la pupila. Hunahpú e Ixbalanqué le
dijeron al ave fanfarrona que ese era el castigo por creerse el Sol y la Luna y
por hacer ostentación de sus riquezas: sus dientes y sus ojos resplandecientes.
Al poco tiempo murió Vucub Caquix, y
el viejo se llevó todas las piedras preciosas y las esmeraldas que formaban su
pico y sus ojos. Hunahpú recuperó su brazo y se lo puso. Una vez cumplida
su tarea los gemelos sagrados se fueron al Cielo.
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