Cuenta
una leyenda del estado de Chihuahua que dos colonizadores españoles que tenían
como oficio la extracción de metales preciosos, un día decidieron robarse trescientos
kilos de oro de una mina.
Efectuado
el atraco escondieron el botín en el Cerro Grande, el más grande del estado con
una altura de mil novecientos metros sobre el nivel del mar.
Decidieron
los hispanos ocultar el oro debajo de una gran piedra, hecho lo cual se
dirigieron muy contentos hacia la ciudad de Chihuahua a celebrar su hazaña.
En un
momento dado se percataron que alguien caminaba hacía ellos; por precaución
decidieron esconderse subiendo a más altura del cerro por el que deambulaban.
Los ladronzuelos
se dieron cuenta de que se trataba de una patrulla de policías que tenía
intención de atraparlos por su fechoría, pues alguien se dado cuenta del robo y
les había renunciado.
Ante el
peligro, los cacos intentaron bajar del Cerro Grande por la parte más
escabrosa, pero no tuvieron el debido cuidado y resbalaron cayendo por una
barranca hasta sus profundidades.
Por más
que las autoridades buscaron los cadáveres de los españoles rateros, nunca los
encontraron.
La
leyenda nos relata que desde entonces sus espíritus vagan por el Cerro
protegiendo a todos los ladrones que buscan refugio en él, después de llevar a
cabo sus latrocinios.
El tesoro
robado sigue oculto, nadie le ha encontrado, aun cuando muchas personas
ambiciosas se aventuran a buscarlo.
Si por
casualidad alguien llegase a encontrarle, se volvería fabulosamente rico.
¿Se
atrevería usted a buscar el oro robado en el majestuoso Cerro Grande?
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