Cuenta una leyenda de Quintana Roo que hace mucho tiempo vivió
un hombre que era muy bueno, pero que estaba muy triste porque no tenía dinero,
razón por la cual estaba desesperado, pues todo le salía mal, y no encontraba
cómo recuperarse del angustioso momento que estaba pasando.
Como
tenía tantas dificultades pensó que la solución al terrible mal momento era
vender su alma a Kisin, un ente del más allá que puede cambiar su apariencia
como se le antoje, pero como más le gusta es aparecerse en forma de serpiente y
entra al Inframundo, del cual es el amo, a través de los hormigueros.
El
hombre invocó a Kisín, el cual se presentó inmediatamente, y ambos entablaron
un pacto: el hombre entregaría el alma a este dios a cambio de que le cumpliera
siete deseos a lo largo de la semana.
Cuando llegó el séptimo día, Kisin acudió a ver al hombre,
sabedor de que había obtenido un alma más.
Entonces, el hombre le dijo que quería que Kisín lavara unos
frijoles negros hasta que quedasen blancos. Kisin aceptó.
Se puso a lavar, pero pasaban las horas y los frijoles estaban
del mismo color: negros como carbones.
Enojado
y desesperado de tanto lavar y lavar, Kisín se dio cuenta que el hombre lo
había engañado y decretó que a partir de ese día los frijoles había de ser
blancos, rojos, amarillos y negros por naturaleza.
Kisín, muy molesto, se convirtió en serpiente y se alejó del
hombre, pues no había podido llevarse su alma al terrible Inframundo y además
había sido burlado.
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