Ixcanelco es un pueblito pintoresco de la Huasteca Veracruzana, fundado
a finales del siglo XIX y desde esos tiempos, año con año se festeja el Día de
muertos o Xantolo, como sus habitantes llaman a esta bonita tradición.
Era uno de esos días, mi bisabuelo Gabriel, empezaba apenas su
matrimonio, tenían sólo a sus dos primeros hijos: una niña y un niño que
todavía amamantaba mi bisabuela Paula, era mi abuelo.
El 3 de noviembre, el bisabuelo se levantó, como de costumbre, a las 5
de la mañana, tomó su burro y se dirigió al pozo para traer agua que necesitaba
mi bisabuela para las labores domésticas.
Llegó al pozo, lleno sus utensilios de agua, las aseguró al animal y se
dispuso a regresar, empezó a caminar por la vereda, comunes en esos tiempos, de
repente escuchó un gran bullicio.
Era gente que venía platicando, se hizo a la orilla para darles paso, no
vio nada, sólo sintió una gran brisa, y las voces que se alejaban y hablaban
sobre cómo los habían tratado sus familiares esos días, algunos decían de la
espléndida atención obtenida, sobre los manjares ofrendados para ellos, como
tamales, chocolate, pan, fruta y otras delicias que se acostumbran en esas
épocas.
Otros decían que sus gentes ya no los recordaban, pues ni un vaso de
agua les habían puesto para calmar su sed después de tan largo viaje, y así
varios comentarios escuchó el bisabuelo, hasta que se perdieron cuando iban,
calculó él, cerca del río del pueblo.
Ese suceso lo dejó en ese momento pasmado, que cuando reaccionó estaba
aclareando.
Se fue rápido a la casa y la bisabuela ya lo esperaba algo molesta
porque necesitaba el agua para poner el café y los frijoles, que para esa hora
ya tendrían que estar.
Le contó lo sucedido y desde esa ocasión en nuestra familia año con año
se ponen abundantes ofrendas a nuestros muertitos, entre ellos a mis
bisabuelos.
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