Existe una leyenda muy antigua de Zacatecas que nos cuenta que
hace ya muchos años, vivía en Jerez, una ciudad ubicada en el centro del
estado, importante y muy bella, una mujer que era considerada como muy hermosa
por los habitantes de la localidad; se llamaba Catalina.
Las mujeres la envidiaban y los hombres la codiciaban.
Pero a ella la tenían sin cuidado las pasiones que despertaba, y
sólo vivía para arreglarse, contemplarse en el espejo sin parar, y salir a
caminar por la ciudad y sus alrededores.
Un cierto día, se alejó más de lo debido y se metió en una cueva para ver qué había en ella. En esas estaba, cuando de repente un hechizo maligno provocado por un ser misterioso que habitaba la cueva, la convirtió en piedra.
Los habitantes del Jerez se dieron cuenta de lo sucedido, y se
enteraron por medio de un chamán de que la única manera de salvar a la pobre
mujer era que algún joven guapo y valiente se introdujera a la cueva, tomara la
piedra en que se había convertido la desdichada, saliera sin voltear para
atrás, y se dirigiera a una iglesia.
Pero si se llegaba a voltear, la mujer se convertiría en
serpiente, Sólo de ese modo la piedra volvería a ser la curiosa Catalina.
Joaquín era un muchacho que había conocido
a Catalina, y estaba enamorado de ella en secreto.
Decidió ser su salvador: se armó de valor y se dirigió a la
cueva. Al llegar, muerto de miedo, se introdujo en la caverna; al acostumbrarse
a la oscuridad pudo distinguir una bella piedra del tamaño de una calabaza
grande, la tomó en sus brazos y salió de la cueva.
Caminando muy de prisa se dirigió al pueblo, a medio camino escuchó una dulce
voz que le decía: -¡Joaquín, Joaquín, voltea a verme, soy una dama muy hermosa,
ve mi escultural cuerpo! ¡Acércate a mí, y te enseñaré los secretos del arte de
hacer el amor! Está cantinela se repitió durante un buen tramo del camino.
Joaquín debía hacer uso de todas sus fuerzas para no voltear. Al fin cedió a
sus impulsó sexuales: volteó, y vio a la mujer que era más fea que insultar a
Dios en Semana Santa.
En ese momento, la piedra se convirtió en serpiente que corrió a
agazaparse bajo una piedra del camino.
Catalina nunca regresó a la ciudad de
jerez, y Joaquín se volvió loco en brazos de una fea mujer que le había
prometido la gloria amorosa.
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