Este
mamífero marino se encuentra en peligro de extinción a escala mundial. Fue
puesto en ese estatus en 1975, por la Convención sobre el Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES); en
1982, fue catalogado como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación
de la Naturaleza (UICN) y, en México, hacia 1991, fue considerado en peligro,
sujeto a protección especial y colocado como una especie prioritaria de
conservación.
Al ser acuáticos, estos
animales enfrentan problemas como la pérdida, degradación y fragmentación de su
hábitat; la contaminación por descargas urbanas; captura accidental por redes
de pesca ilegal y la exploración, explotación y mantenimiento de
infraestructura petrolera.
Hay información de que fue una
especie ampliamente utilizada por las culturas maya y olmeca en las costas del
Golfo de México y Mar Caribe; práctica fue adoptada por los españoles en la
época de la Colonia y perduró hasta la actualidad, lo que mermó las
poblaciones.
En en país, se estima que hay
entre mil y dos mil ejemplares en vida silvestre. En el santuario de Bahía
Chetumal –la zona más estudiada del territorio debido a la factibilidad de
observarlos en aguas transparentes– se calculaba la existencia de entre 200 a
250.
Los manatíes pertenecen al
orden Sirenia, que incluyen tres especies; en México existe una sola llamada
manatí de las Antillas y habitan en tanto en las costas del Golfo de México
como del Mar del Caribe y algunas lagunas y ríos del sureste.
La contaminación química
provocada por el consumo de agua y plantas acuáticas con agentes tóxicos
vertidos por las industrias petroquímicas y agroquímicas, así como por las
descargas urbanas, son fuertes amenazas para los especímenes en Veracruz,
Tabasco, Campeche y Quintana Roo, pues pueden provocarles infecciones y
enfermedades.
En Veracruz, por ejemplo, las
perforaciones petroleras alteran la calidad del agua y, además, los pozos y
barreras físicas impiden su libre paso.
Por su parte, también el cambio
climático resulta un problema, pues con las inundaciones, el aumento de los
ríos y lagunas ocasiona que migren a lagunas que se forman de manera temporal y
quedan atrapados cuando el agua baja a su nivel normal.
A todo esto, se suma el
desconocimiento de su biología; por ejemplo, una cría pequeña no es capaz de
termorregularse, por lo que su madre lo deja en la orilla de su hábitat para
que esté en aguas tibias mientras ella se aleja a comer. La gente al pensar que
son huérfanas las sustrae del medio y, posteriormente, es difícil volver a
reintegrarlos porque los padres se alejan.
Por ello, se trabaja en la
construcción de centros de atención de crías huérfanas para que, si se presenta
un caso, el animal sea atendido, no tenga contacto con el público y pueda
entrar a un programa de rehabilitación y reincorporación.
La reproducción en cautiverio
ha sido exitosa en algunos acuarios como el de Veracruz, sin embargo, es
importante hacerla de manera coordinada.
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