Chaak tenía la trompa larga
inclinada hacia arriba, y dos enormes colmillos enrollados; semejaba un hombre
viejo muy parecido a un reptil, siempre llevaba un hacha, símbolo del trueno y
del rayo, pues era el dios del agua, de la lluvia y de la fertilidad de los
antiguos mayas.
Contaba nuestro dios con
cuatro personalidades: Chak Xib Chaak, era el Chaak Rojo del Este; Sac Xib
Chaak, el blanco del
norte; Ek Xib Chaak, el negro del oeste; y Kan Xib Chaak, el amarillo del sur.
Cuando tomaba la personalidad del Chaak Negro, se convertía en Cuervo; si
se trataba del Chaak blanco, aparecía como una paloma blanca; cuando era el
Chaak Amarillo, volvíase una magnífica águila; y se encarnaba en faisán el
Chaak rojo. Al dios del agua le gustaba vivir en las cuevas y los cenotes, que
servían de entrada a las almas para llegar al Inframundo.
Chaak era bondadoso, dador de vida y
agua con la cual los campesinos podían cultivar sus sementeras y obtener buenas
cosechas de maíz. Por algo había sido quien enseñara la agricultura a los seres
humanos. Para que el dios prodigase sus bondades había que tenerlo contento; se
le celebraba una gran fiesta en el noveno mes llamado Chen del 11 al 30 de
septiembre o en el mes Yax. La fiesta recibía el nombre de Ocná, “entrar en la
casa” o “renovación del templo”.
Antes de la celebración se
consultaba a los Bacabes los encargados de sostener las cuatro esquinas del
mundo, seres asociados con los Chaces. Los bacabes indicaban el día propicio
para llevar a cabo los rituales de la ceremonia. En el día indicado, se
renovaban los ídolos y los incensarios, y si el templo lo ameritaba, se le
reconstruía para que quedase como nuevo, conmemorando el hecho con una placa
colocada en la pared.
Fue tan importante este dios
en la cultura maya, que aún en nuestros días los milperos de Yucatán siguen
efectuándole ceremonias de petición de agua, para que el maíz no deje de
germinar y de crecer, y los hombres puedan seguir viviendo en la Madre Tierra.
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