Cuenta
una leyenda nahua de Tlaxcala que un señor que se llamaba Tomás iba todos los
días a trabajar a su milpa, y a recoger leña.
Era muy
trabajador, pero muy pobre. Un día ya no le dieron ganas de trabajar ni de
hacer nada.
Su
esposa, doña Chole, se encargó del trabajo de la milpa y el de la casa. En
cierta ocasión, cuando la esposa regresó del campo le preguntó a su marido qué
era lo que hacía; enojado, éste le contestó que nada, que no era asunto suyo.
La mujer,
muy enfadada y con razón, le replicó que ya no tenían nada para comer y le
reprochó el que estuviese siempre durmiendo.
Pero el
cínico marido respondió que tenía mucha flojera. Al otro día, al amanecer la
mujer despertó al marido para que fueran a pizcar.
Al principio no quiso ir, pero ante la insistencia
de la esposa, se subió al burro, aunque todo adormilado.
Cuando
llegaron a la milpa, la señora le obligó a trabajar, pero nada, el flojonazo
seguía indolente.
En eso
estaban cuando el señor vio tiradas en el suelo unas monedas: un montoncito por
ahí, otro por allá, y otros por acullá.
Como la
mujer lo seguía arriendo, el hombre le dijo; -“¡Para qué trabajamos si allá
atrasito hay muchas monedas!”- -“¿Y porque no las recogiste?”- le replicó la
mujer que inmediatamente fue a buscar el dinero sin encontrarlo.
Buscó y
buscó, y nada. Pues solamente las podía ver el campesino. Ante las insistencias
de Chole, Tomás fue a recoger el dinero.
Eran mil
pesos que gastaron en comida, ropa, y en la compra de animales. Pasado un
tiempo, Chole le volvió a decir a Tomás que se fuera a trabajar.
Éste
renegó mucho, pero a regañadientes aceptó ir y tomó su hacha, se subió al burro
y se fue a la milpa. Otra vez volvió a encontrar mucho dinero que recogió y
llevó a su casa.
En otra
ocasión, cuando estaban juntando leña, a Tomás le entró la flojera y se recargó
en un tronco para dormir; en esas estaba cuando vio una ollita llena de dinero,
pero le dio flojera llevársela, alegando que para qué quería el dinero. Cuando
regresaron a la casa, a la hora de la comida, Tomás le dijo a su esposa:
-“Allá,
cuando estábamos juntando leña, había una ollita llena de dinero, junto al
ocote grande, la olla es negra”-
Pero no
se dio cuenta que su cuñado lo había escuchado y había emprendido la carrera
para robar la olla.
Chole le
recriminó a Tomás el que no la hubiese traído, pero le dijo que le había dado
mucha flojera cargarla. Mientras tanto, el cuñadito había encontrado la olla.
La
destapó y vio que sólo contenía excrementos. Entonces, David se fue corriendo a
la casa de su hermana y arrojó el contenido de la olla en la cabeza del Tomás
que se encontraba durmiendo.
Pero
Tomás tenía tanta flojera que así continuó durmiendo a pesar de lo sucio y
apestoso que estaba.
Cuando al
otro día su esposa lo vio, Tomás estaba lleno de monedas que Chole recogió y
guardó. Así siguió la vida:
Tomás
siempre se encontraba dinero que la esposa guardaba.
Tuvieron
un hijo y vivieron todos muy felices.
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