Un
domingo como a las 5 de la tarde caminaba por el centro cerca de la catedral de
Culiacán, cuando en la otra acera vi a una mujer menudita con un rostro
acariciado por el paso del tiempo, una mirada muy tierna y tan llena de
esperanza que por momentos me parecía irreal, pero la cosa que me desconcertó y
me llamo mas la atención era que venía portando un vestido de novia, todavía
muy blanco, pero un poco deshilachado.
Como yo
andaba sin prisas, me que quede observándola hasta que entro a la
catedral.
Soy
curioso, me acerqué a un comerciante que estaba en la puerta de su negocio, y
me conto esta historia:
Es Lupita
Leyva Flores; la novia de Culiacán. Unos cuentan que fue en los años
cincuenta, pero realmente paso 1948.
La
catedral de Culiacán se había llenado de los mejores arreglos florales,
familiares y amigos de la pareja abarrotaban el atrio, Lupita lucia
esplendorosa, El sacerdote estaba en puerta de la iglesia esperando
a recibir a los novios, pero el novio no llegaba, la gente como en estos casos
le gustaba murmurar.
De
pronto, ¡llego! El novio elegantemente entrando por la puerta principal,
todo fue sonrisas y aplausos.
De pronto
los aplausos se confundieron con dos disparos de revólver. El novio cayó
instantáneamente, ensangrentado, desposándose con la muerte.
El mejor
amigo de lupita -algunos dicen que por celos- hecho mano a su pistola y soltó
los disparos mortales, para después salir corriendo.
Según
cuentan lupita enmudeció al momento, sus ojos se engrandecieron y salieron dos
grandes lágrimas, no podía creer, no quería creer.
Durante
una semana lupita se quedo con la mirada fija y en silencio, sus
amistades preocupadas no la dejaron sola en todo este tiempo, pero lupita no
reaccionaba.
Un
domingo, exactamente a al cinco de la tarde, Lupita con la extrañeza de todas
las personas que la rodeaban y cuidaban, empezó tranquilamente a
ponerse su vestido de novia, se arreglo y emprendió de nuevo su camino hacia la
catedral .
Un camino
que volvió a recorrer durante más de veinticinco años, Lupita no quería
renunciar a su felicidad, buscaba esa última esperanza de que dios no le podía
negar la felicidad, de que ninguna tragedia había sucedido y que al llegar a la
catedral ahí estaría su amado esperándola.
Así
lupita hizo su camino todos los domingos a las cinco de la tarde a la catedral
en busca de su esperanza.
Veinticinco
años lupita no perdió su esperanza, mas allá de lo racional, mas allá de
de lo imposible mantuvo sus sentimientos y su lealtad, ¿irracional? cada quien
juzgue.
Entrañable
para aquellos que durante años la miraron transitar por la Avenida Álvaro
Obregón, Ángel Flores, Miguel Hidalgo, el Mercado Garmendia, el Hospital Civil,
las tiendas de telas y mercerías, Guadalupe Leyva Flores ha jugado con el
tiempo transcurrido, con esas calles.
Lupita
murió en los años ochenta. No recuerdo la fecha.
Ella era
Lupita Leyva flores, la novia de Culiacán, una historia, una leyenda.
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