sábado, 30 de mayo de 2015

LA NOVIA DE CULIACÁN



Un domingo como a las 5 de la tarde caminaba por el centro cerca de la catedral de Culiacán, cuando en la otra acera vi a una mujer menudita con un rostro acariciado por el paso del tiempo, una mirada muy tierna y tan llena de esperanza que por momentos me parecía irreal, pero la cosa que me desconcertó y me llamo mas la atención era que venía portando un vestido de novia, todavía muy blanco, pero un poco deshilachado.

Como yo andaba sin prisas,  me que quede observándola hasta que entro a la catedral.

Soy curioso, me acerqué a un comerciante que estaba en la puerta de su negocio, y me conto esta historia:

Es Lupita Leyva Flores;  la novia de Culiacán. Unos cuentan que fue en los años cincuenta, pero realmente paso 1948.

La catedral de Culiacán se había llenado de los mejores arreglos florales, familiares y amigos  de la pareja abarrotaban el atrio, Lupita lucia esplendorosa, El sacerdote estaba  en  puerta de la iglesia esperando a recibir a los novios, pero el novio no llegaba, la gente como en estos casos le gustaba murmurar. 

De pronto, ¡llego!  El novio elegantemente entrando por la puerta principal, todo fue sonrisas y aplausos.

De pronto los aplausos se confundieron con dos disparos de revólver. El novio cayó  instantáneamente,  ensangrentado, desposándose con la muerte.

El mejor amigo de lupita -algunos dicen que por celos- hecho mano a su pistola y soltó los disparos mortales, para después salir corriendo.

Según cuentan lupita enmudeció al momento, sus ojos se engrandecieron y salieron dos grandes lágrimas, no podía creer, no quería creer.

Durante una semana lupita se quedo con la mirada fija y en silencio,  sus amistades preocupadas no la dejaron sola en todo este tiempo, pero lupita no reaccionaba.

Un domingo, exactamente a al cinco de la tarde, Lupita con la extrañeza de todas las personas que la rodeaban y cuidaban,  empezó tranquilamente  a ponerse su vestido de novia, se arreglo y emprendió de nuevo su camino hacia la catedral .

Un camino que volvió a recorrer durante más de veinticinco años, Lupita no quería renunciar a su felicidad, buscaba esa última esperanza de que dios no le podía negar la felicidad, de que ninguna tragedia había sucedido y que al llegar a la catedral ahí estaría su amado esperándola.

Así lupita hizo su camino todos los domingos a las cinco de la tarde a la catedral en busca de su esperanza.

Veinticinco años lupita no perdió su esperanza,  mas allá de lo racional, mas allá de de lo imposible mantuvo sus sentimientos y su lealtad, ¿irracional? cada quien juzgue. 

Entrañable para aquellos que durante años la miraron transitar por la Avenida Álvaro Obregón, Ángel Flores, Miguel Hidalgo, el Mercado Garmendia, el Hospital Civil, las tiendas de telas y mercerías, Guadalupe Leyva Flores ha jugado con el tiempo transcurrido, con esas calles.
  
Lupita murió en los años ochenta. No recuerdo la fecha.
  
Ella era Lupita Leyva flores, la novia de Culiacán, una historia, una leyenda.

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