Los pericúes fueron una etnia que
habitó el sur de la Península de Baja California, extinguida durante el siglo
XVIII.
Debido al medio en que vivieron,
fueron muy austeros pues vivían solamente de la caza y la recolección.
Muchos investigadores afirman que los
pericúes fueron los descendientes de los primeros grupos humanos que ingresaron
a América desde Asia por el Estrecho de Bering.
Contaban los indios pericúes que en el
Cielo reinaba Niparajá, el dios máximo que creó la Tierra, el mar, los
animales, la naturaleza y los hombres, por tanto era el Señor del Mar, la
Tierra y el Cielo.
A este tan magnífico dios no se le
podía ver, pues no tenía cuerpo como los seres humanos.
Niparajá estaba casado con una hermosa
mujer de nombre Anayicojondi, con la que procreó tres saludables hijos.
Uno de ellos recibió el nombre de
Quaayaip, héroe cultural que vivió con los indios y les enseñó todo lo
necesario para poder vivir en le Tierra.
Niparajá era un dios poderoso, bello
como el Sol, fuerte como la roca, limpio como el agua de manantial, y sumamente
sabio.
Como ya está muerto no puede hablar,
pero a su lado tiene un tecolote que le platica constantemente.
Niparajá tuvo un poderoso enemigo perverso y de malas artes mágicas que le tenía gran
envidia; su nombre fue Waac Tuparán.
Con él entabló una feroz lucha y
salió vencedor; lo despojó de todas las pitahayas fruta importantísima en la
alimentación pericú y le arrojó del Cielo en donde vivía en compañía de otros
dioses.
Al vencerle, Niparajá encerró a Waac
Tuparán en una oscura y lúgubre cueva, y creó a las ballenas con el propósito
de que lo vigilaran y le impidiesen salir de ella, pues los dioses menores del
Cielo no quisieron ayudarle a vigilar a Tuparán por el miedo que le tenían.
A esa cueva se dirigen cuando mueren
las personas por causa de una flecha. Desde que fuese derrotado este temible
enemigo del dios supremo, todo es paz en el Cielo y en la Tierra, salvo por
algunos problemas que Niparajá ha tenido con su hijo Quaayaip, quien a veces se
muestra desobediente, como todo hijo que se precie.
(Por cierto yo tengo una novela que se
llama: “EL REGRESO DEL VENADO” donde
platico estas cosas de los pericúes y de NIPARAJÁ)
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