Cuenta
una leyenda nahua del estado de Puebla que Xelhua fue un gigante que durante un
diluvio se escondió en las grutas de la montaña del dios de la lluvia Tláloc y
se salvó de morir ahogado junto con seis de sus hermanos; ninguno de sus otros
congéneres pudo sobrevivir a tal catástrofe; algunos gigantes se convirtieron
en peces.
Sus
hermanos se llamaban Olmécatl, Mixtecátl, Chichimécatl, y Tecpanécatl.
Los
gigantes eran sabios, fuertes, considerados como los elegidos de los dioses, y
respetados por el resto de la población formada por los comunes macehuales.
Como era
de suponer, tal supremacía causaba envidia en ciertas personas que empezaron a
preparar una campaña de insubordinación de los macehuales. De tales manejos
nada sabían los dioses.
Cierto
día cuando estaba por cumplirse un siglo de cincuenta y dos años, Xelhua y sus
hermanos se preparaban para llevar a cabo las celebraciones del Fuego Nuevo,
según los cánones establecidos por la religión.
Una noche
soñaron que los dioses les ordenaban subir a la montaña de Tláloc, el dios de
la lluvia, porque pronto se produciría un enorme diluvio que acabaría con los
envidiosos macehuales.
Los
gigantes se aprestaron a obedecer a los dioses y se dirigieron a la montaña de
Tláloc, donde se protegieron en unas grutas de la terrible lluvia que empezó a
caer en forma de terribles serpientes venenosas.
Un rayo
le indicó a Xelhua que el diluvio había terminado. Los dioses les indicaron a
los gigantes que debían seguir su camino por diferentes rutas donde debían dar
a conocer la grandeza de los dioses del Anáhuac. Así lo hicieron los elegidos
de los dioses.
Una vez a
salvo Xelhua caminó hasta llegar al Valle de Cuetlaxcoapan y al ver un cerro al
que llamaban Zapotecas, recordó la montaña de Tláloc y quiso hacer una más
grande para reverenciar al dios Tláloc.
Puso
manos a la obra, y ordenó a los hacedores de adobes de Tlamanalco que
elaboraran muchos ladrillos, los llevaron hasta el Valle formando una fila
india pasando los tabiques de mano en mano.
Pero no
contaban Xelhua con el enojo de Tonacatecuhli, que al ver que la construcción
llegaba hasta el Cielo, envió fuego celeste y arrojó una gran piedra en forma
de sapo para que matasen a los atrevidos constructores, pues pensó que era
demasiada la vanidad de Xelhua y los tlalmanalcas.
Así se
construyó, gracias a la sabiduría y religiosidad de Xelhua, el gran cerro
situado en la Gran Ciudad de Tollan Cholollan, y al que se llamó
Tlachihualtépetl; es decir, el Cerro Hecho a Mano.
Además,
el gigante Xelhua tuvo a bien fundar Teotitlan, Coxcatlan, Tehuacán,
Teopantlan, Ixcaquixtan, Atlixco, Ecatepec y varias ciudades más.
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