Hace muchos miles de
años, en una colina llamada Tácale situada al noroeste de Guaymas, vivía una
serpiente de siete cabezas. Cerca del río,
en So’ri, existía otra colina poblada por más serpientes de siete cabezas. Los
indios yaquis afirmaban que cada serpiente era una persona que se había casado
con un pariente. Cuando morían los incestuosos, iban a parar a las colinas
convertidos en serpientes. Al cumplir un año de muertos les salía una cabeza,
al segundo otra, y así hasta completar las siete cabezas. Cada siete años, las
serpientes salen de su morada y ocasionan fuertes vientos y terribles lluvias
que perjudican a los humanos. En el Cielo se encuentra el dios Suawaka, el
arquero de las estrellas fugaces, casado con la diosa de las plantas y de la
supervivencia en el desierto. Desde su celestial lar observa la salida de las
serpientes de siete cabezas. En cuanto las ve, les arroja una flecha de fuego,
que los indios ven como si fueran estrellas fugaces que se aparecen por las
noches. En cuanto la serpiente es flechada, Suawaka la apresa y la lleva al
Cielo, donde lo esperan su esposa, su suegro, llamado Yuku, y su suegra que es
nada menos que la Lluvia. Con la serpiente preparan ricos platillos y se la
comen. Cada siete años, el dios desciende a la Tierra y se dirige a Tácale y a
So’ri a recoger las presas flechadas con su arco. A su familia nunca le falta
el alimento. Cuando Suawaka por alguna razón no baja a la Tierra, empiezan a
salir serpientes de las colinas y se produce mucho viento y mucha lluvia.
Un mito nos relata que
una vez un pescador se encontraba pescando cerca de Guaymas cuando se dio
cuenta de que Suawaka mataba a una serpiente. El hombre le preguntó lo que
hacía, a lo que el dios respondió: -Mato una serpiente, ¿acaso no lo ves? El
pescador le preguntó en dónde vivía: -En el Cielo, respondió el flechador. –
¡Llévame a tu casa!, dijo el hombre. El dios aceptó, se puso la serpiente
en un hombro, colocó encima al pescador, le ordenó que cerrase los ojos y
emprendió el vuelo.
Cuando llegaron al
Cielo, el pescador vio mucha carne de serpiente y muchas escaleras de víboras.
La esposa del dios le ofreció un plato lleno de carne, pero al
hombre no le gustaba la carne de serpiente y lo rechazó. La mujer, ofendida, le
dijo a su marido: - ¡Este hombre no quiere comer, se va a morir, hiciste mal en
traerlo! Asustado, el pescador le pidió a San Miguel, el otro nombre de
Suawaka, que lo regresara a la Tierra. El dios aceptó y le dio una escalera de
víboras para que la mostrara a todos y así se les quitaran las ganas de subir
al Cielo. Cuando el pescador llegó a su pueblo enseñó la escalera de serpientes
que le había dado el flechador, y todos fueron presa de pánico y a nadie le
dieron ganas de ir a visitar al dios en las alturas celestiales.
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