Me relataron esta semana una historia que le sucedió
a una señora que vivía con su esposo e hija de 2 meses en una humilde casa.
Ella acostumbraba a darle el pecho a su niña por las noches, pero ellos nunca percataron que en los
predios de su casa merodeaba por las noches una culebra, la cual se dejaba
guiar por el olor de la leche materna de la señora.
Durante toda una semana la culebra se subía por los
reglones del techo y se bajaba suavemente cuando la señora se quedaba dormida
dándole el pecho a su hija, y despegaba a la niña del pecho de su mamá
metiéndole en la boca su cola mientras ella disfrutaba de la leche materna, sin
hacer ni un mínimo movimiento brusco. La señora no se explicaba el llanto de niña después de darle de
mamar todas las noches.
Por tanto, a la siguiente noche ella no se quedó
dormida pero en un descansar de ojos descubrió el motivo del llanto. Al percatarse
de la presencia de la culebra ella gritó pero la serpiente al estar concentrada
con el pecho de la señora no prestó ni la mínima atención del grito, y de
inmediato el esposo llegó al cuarto y le dijo la señora que no se moviera
mientras él iba por un objeto que le ayudase a despegar a la culebra del pecho.
Regresó y lo arrojó tratando de no darles a la señora y a la niña, logrando su
objetivo.
La culebra huyó sin volverse a aparecer. Desde esa
vez, la señora jamás se volvió a quedar dormida cuando le daba el pecho a la
niña.
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