Los inicios de la metalurgia en el
mundo
La metalurgia es una técnica que
permitió al ser humano obtener y
tratar los metales por medio de diversos procedimientos, incluyendo la
producción de aleaciones. Sabemos que el primer metal que el hombre trabajo fue
el cobre, dada su facilidad de manejo. El cobre empezó a trabajarse durante el
Período Calcolítico, época prehistórica correspondiente a la Edad del Cobre,
fase intermedia entre el Neolítico y la Edad de Bronce, que duró de 300 a 18000
a.C., y que dio inicio a una nueva etapa evolutiva del ser humano. Los primeros
trabajos en cobre que se encontraron fueron en Tell de Sialk, en Irán; y en
Cayönü Tepesi, en la península de Anatolia, en la actual parte asiática de
Turquía. El cobre se trabajaba en frío, por medio del martillado; o bien, en
caliente, a fin de aumentar su maleabilidad y su dureza. En nuestro país el
desarrollo de la metalurgia dio inicio hacia el año 800 d.C., aun cuando la
explotación minera subterránea apareció en los períodos clásico temprano y
medio. Algunos investigadores afirman que el arte de la metalurgia llegó a
Oaxaca, Michoacán y Guerrero, desde Centro y Suramérica vía marítima, para
después difundirse por toda Mesoamérica.
La metalurgia en Michoacán en el
Postclásico 1000-1521 d. C.
Fue también el cobre el primer metal
que se utilizó en Michoacán; se le empleó para hacer todo tipo de
aleaciones: con oro, plata, zinc, plomo, y para crear aleaciones de bronce
empleando estaño. En un principio, los metales no se conseguían excavando túneles,
sino que se buscaban a ras del suelo en las vetas que llegaban a la superficie.
En la zona de la Laguna del Infiernillo se han encontrado minas de cobre que
estuvieron en explotación durante el período del último cazonci, Tangáxoan
Tzintzicha, que se explotaban a tajo abierto; es decir, buscando la veta
superficialmente. Las paredes de la veta se partían con cuñas de maderas de
cuernos de animales para lograr que las piedras se desprendieran de la pared.
En el sitio arqueológico mencionado se encontraron mazos y molcajetes de piedra
para moler el mineral, llamados tiquiches. Asimismo, se encontró una mesa
tallada en la piedra que servía para la molienda. En el sitio arqueológico de
Chumuco, trabajaban veinte fundidores, que recogían un promedio de medio
celemín de polvo y piedra verde de la que obtenían el cobre. El celemín era una
medida de capacidad para áridos 4,625 litros, que se dividía en cuatro
cuartillos. Después de extraído, el cobre se fundía soplando en unos canutos
para mantener el fuego, y hacían unos lingotes de aproximadamente veinte
centímetros de largo, quince de ancho y seis de alto llamados xeme, con
un peso aproximado de 4.5 kilos. Como la obtención era efectuada por pepena, el
mineral no estaba muy contaminado, y los componentes extraños que aparecían se
dejaban ya que servían para la composición deseada. Los fundidores de cobre
también trabajaban como labradores, tenían cerca del cerro sus milpas de
labor, y sólo extraían el mineral cuando el Jefe Supremo lo
requería. Por ejemplo, el gobernante de Tzintzuntzan contaba con personas que
organizaban el buen funcionamiento de las minas más importantes, las cuales se
encontraban hacia el sureste del imperio, hacia Cutzamala, Coyuca Ajuchitlán y
Pungarabato. Sin embargo, existían otras minas hacia el occidente, cerca de
Tuxpan y Zapopan. Otra forma de obtener metales consistía en el pago de los
tributos que obtenían de Sinagua, La Huacana, Turicato y Coalcomán.
Los metales extraídos de las minas se
conducían a talleres donde se fundían y se formaban lingotes, que se
enviaban a depósitos localizados en la cuenca del lago de Pátzcuaro para
ser custodiados por los encargados del tesoro, quienes efectuaban
rituales y ceremonias especiales a los que acudía el cazonci antes de entregar
los lingotes a los joyeros quienes, con su divino arte, los transformaran en joyas para la
realeza. Con los metales se elaboraron objetos de uso práctico en la vida
diaria y adornos. Entre los primeros podríamos mencionar: azadas, coas,
punzones, cinceles, agujas, alfileres, anzuelos, y otros muchos más. Como
adornos tenemos: cascabeles, brazaletes, anillos, uñas, pectorales, cactlis,
etcétera.
Las técnicas que se emplearon en el
Michoacán antiguo fueron de dos tipos: las técnicas en frío: grabado, repujado,
laminado, martillado, uniones mecánicas y pulido; más otras complementarias
como el chapeteado, la incrustación, el embutido, el forrado, el engastado y la
coloración, por medio del templado; y las técnicas que empleaban calor destemplado:
hilatura, fundición y vaciado, más la licuación, que incluye el fundido. Éste
se hacía en braseros, especies de crisoles, y como no contaban con
fuelles, como ya hemos mencionado, empleaban canutos para soplar y avivar
el fuego.
Para llevar al cabo el martillado, los
artistas purépecha se auxiliaban de pequeños bancos de madera o piedra, donde
golpeaban el metal hasta lograr láminas tan delgadas que podían medirse en
milímetros. En la lámina trazaban los cortes deseados, según para lo que
se deseara elaborar, y luego empleaban la técnica de repujado para decorar con
figuras, grecas o lo que los artistas quisieran; técnica decorativa a la que
acompañaban la filigrana y la soldadura cuando se requerían. Una tercera
técnica empleada por los indígenas fue el fundido, para lo cual se usaban
hornos cuyo calor se mantenía soplando por unos tubos. Ya fundido el metal, se
vaciaba en moldes de barro cocido, para crear el objeto. Entre los orfebres de
Pátzcuaro se empleó la técnica de la cera fundida para elaborar anillos, cascabeles,
aretes y colgantes en forma de animales preciosamente elaborados. El
conocimiento metalúrgico de los purépecha sobresalió en sus trabajos con la
plata, el oro, y el cobre. La principal producción consistió en joyas y
adornos. Además de las armas y de las joyas los purépecha elaboraron
herramientas para cubrir las necesidades de la vida cotidiana. Es importante
mencionar que los purépecha conocían las pinzas para depilar, a las cuales
llamaban petamuti. Las había de grandes dimensiones que se llevaban colgadas al
cuello. Eran como dos lengüetas con las puntas redondeadas y bellamente
decoradas; algunas hechas de plata han llegado hasta nuestros días.
El descubrimiento del bronce fue
decisivo, pues les permitió rechazar los continuos ataques bélicos de los
mexicas quienes nunca emplearon el metal para fabricar armas. Para elaborar el
bronce los purépecha conocían ciertas técnicas como la molienda del óxido de
estaño, y la obtención de estaño metálico que no se encuentra puro en la
naturaleza, sino en estado de óxido casiterita; asimismo, sus conocimientos les
permitieron fundirlos juntos sin riesgo a perder a uno de ellos por la
oxidación. Tres fueron los metales preferidos por los purépecha: el oro,
tiripiti o excremento del dios Sol; la plata, teyácata, proveniente de las
excrecencias de la diosa lunar Xara tanga, y el cobre, llamado tiyahu
charápeti. Cuando no había mucho oro, las piezas deseadas se hacían de este
metal al que luego se bañaba en oro; a este proceso lo llamaron tumbaga. De ahí
ha de venir el famoso dicho de “sacar el cobre”.
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