lunes, 4 de agosto de 2014

LAS LARVAS DORADAS



Hubo un tiempo que Xochimilco padeció una gran sequía y el sol calcinaba todo cuanto tocaba. No había alimentos y los macehuales morían de hambre. Fue entonces cuando los tlamati, los sabios, decidieron subir a lo alto del Cerro de la Estrella, el Citlaltépetl, a fin de acercarse al Cielo, al Omeyocan, Lugar de la Creación Dual, donde moran Ometecuhtli y su esposa Ometecíhuatl, y pedir a ambos dioses que propiciaran la lluvia que tanta falta hacía. Pero los sabios esperaron en vano: no hubo respuesta divina.

Pasaron varias noches, hasta que  de la Vía Láctea, la Iztacmixcóatl, llegó una voz que les decía que Mixcóatl, Dios de las Tempestades y de la Caza, les enviaría las tan ansiadas lluvias, y que Citlalnenque, la Estrella Viajera, les daría el tlaol, el maíz, para que les sirviera de sustento. Pero todo ello a condición de que cuando murieran sus almas no podrían ir al Sol, sino que irían a radicar en la Iztacmixcóatl, la Serpiente Blanca de Nubes.

En ese preciso momento Ehécatl, Dios del Viento, atrajo muchos nubarrones sobre la Tierra, Tlalli, y del centro de la Iztacmixcóatl surgió la Citlalnenque, que iluminó y mojó la quemada Tierra con su cabellera. Cuando pasó por el Cerro de la Estrella arrojó a los sabios el Citlalcuítlatl, el Excremento de las Estrellas, que los dejó sin sentido.

Cuando lo recobraron, los sabios vieron que en el lugar donde había caído el Excremento Sagrado había larvas doradas que unas hormigas negras se llevaban a varios lugares, y se sepultaban con las larvas en la tierra húmeda y fértil.

Pasó un cierto tiempo y de la tierra brotaron retoños de maíz y de frijol que provenían de las doradas larvas que habían obsequiado a los sabios los dioses de la dualidad, por medio de la hermosa cabellera de la Citlalnenque, la Estrella Viajera.



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