jueves, 14 de agosto de 2014

RAZÓN CONTRA CORAZÓN



Una de las constantes luchas del ser humano está en tratar de mantener constantemente el equilibrio entre la razón y el corazón.


El corazón nos hace actuar por impulsos, sin pensar los pasos que damos, lo que decimos o lo que hagamos; simplemente nos dejamos llevar por lo que sentimos y lo que nos dictan nuestros latidos. Pero seguir el corazón implica muchas veces perder la razón; hay quienes cometen locuras por amor o por decepción; y arruinan sin darse cuenta su vida, tan solo por hacerle caso al corazón.


Tampoco podemos convertirnos en solo razón, que todo lo piensan, lo cuantifican y analizan; sin darnos la oportunidad de escuchar lo que nos dice el corazón… Hay también que permitirnos sentir, experimentar, arriesgarnos a amar y ser amados, darnos la oportunidad de estar enamorados, mantener siempre encendida la llama de la ilusión, tenemos humanidad, lo que significa que hay momentos en nuestra vida en los que hay que reír y llorar, enojarnos, llegar a temer, cansarnos o por el contrario sentir que podemos hacer lo que nos proponemos; porque el descubrir y aceptar la propia fragilidad, nos hace sensibles y comprensivos a lo que sienten y experimentan los demás.


Pero siempre antes de dar pasos decisivos en nuestra vida hay que colocar en una balanza la razón y el corazón; ver que lo que arriesgamos o perdemos si nos dejamos llevar tan solo por lo que sentimos o lo que creemos necesitar por amor; de igual modo, no dejar que todo sea analítico sino también darle la oportunidad de hablar al corazón; hay que ser realistas y objetivos a la hora de
determinar qué es lo que realmente tiene más peso y valor.


Se convierte en una crisis existencial esa lucha interna de la razón vs. corazón; porque muchas veces creemos que siguiendo al corazón encontraremos la paz y la felicidad; pero esos impulsos nos pueden hacer perder nuestra estabilidad mental, así como personas, oportunidades, cosas que eran clave en esa realización que tanto anhelamos encontrar.


Tampoco podemos ser solo cerebro y razón; el quedarnos simplemente pensando o analizando puede hacernos estancar, dejar pasar de largo los sueños y la oportunidad de poderlos realizar; qué complicado se hace todo esto, ¿cómo saber entonces de qué manera actuar? Hace bien escuchar consejos de quienes los saben dar, pero no dejar que nuestras decisiones sean simplemente lo que dicen los demás; porque las consecuencias de nuestros actos son solo responsabilidad nuestra y de nadie más; no podemos culpar a otros de lo que hicimos o lo que dejamos pasar.


Solo nos queda dejar todo en las manos de Aquel que por amor nos dio la oportunidad de vivir, sentir y pensar, sin quedarnos esperando a que todos nos caiga del cielo, ni mucho menos culpar a Dios de lo que hacemos o no hacemos. Hay que saber escuchar su voz, porque solo Él logra sintonizar nuestros pensamientos con el corazón; y hace que lo que sentimos no nos haga perder la cordura y podamos hallar así la paz interior y nuestra realización.

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