Una de las
constantes luchas del ser humano está en tratar de
mantener
constantemente el equilibrio entre la razón y el corazón.
El corazón
nos hace actuar por impulsos, sin pensar los pasos que damos, lo que decimos o lo que hagamos; simplemente
nos dejamos llevar por
lo que sentimos y lo que nos dictan nuestros latidos.
Pero
seguir el corazón implica muchas veces perder la razón; hay quienes cometen locuras por amor o por
decepción; y arruinan sin darse cuenta
su vida, tan solo por hacerle caso al corazón.
Tampoco
podemos convertirnos en solo razón, que todo lo piensan, lo cuantifican y analizan; sin darnos la
oportunidad de escuchar lo que nos dice
el corazón… Hay también que permitirnos sentir,
experimentar,
arriesgarnos a amar y ser amados, darnos la
oportunidad
de estar enamorados, mantener siempre encendida la llama de la ilusión, tenemos humanidad, lo que
significa que hay momentos en nuestra
vida en los que hay que reír y llorar, enojarnos, llegar a temer, cansarnos o por el contrario sentir
que podemos hacer lo que nos
proponemos; porque el descubrir y aceptar la propia
fragilidad,
nos hace sensibles y comprensivos a lo que sienten y
experimentan
los demás.
Pero siempre
antes de dar pasos decisivos en nuestra vida hay que
colocar
en una balanza la razón y el corazón; ver que lo que
arriesgamos
o perdemos si nos dejamos llevar tan solo por lo que
sentimos
o lo que creemos necesitar por amor; de igual modo, no dejar que todo sea analítico sino también
darle la oportunidad de hablar al
corazón; hay que ser realistas y objetivos a la hora de
determinar qué es lo que realmente tiene más peso y valor.
determinar qué es lo que realmente tiene más peso y valor.
Se convierte
en una crisis existencial esa lucha interna de la razón vs. corazón; porque muchas veces creemos que
siguiendo al corazón encontraremos
la paz y la felicidad; pero esos impulsos nos pueden
hacer
perder nuestra estabilidad mental, así como personas,
oportunidades,
cosas que eran clave en esa realización que tanto
anhelamos
encontrar.
Tampoco
podemos ser solo cerebro y razón; el quedarnos simplemente pensando o analizando puede hacernos
estancar, dejar pasar de largo los sueños y
la oportunidad de poderlos realizar; qué complicado se hace todo esto, ¿cómo saber entonces de qué
manera actuar? Hace bien
escuchar consejos de quienes los saben dar, pero no dejar que nuestras decisiones sean simplemente lo que
dicen los demás; porque las
consecuencias de nuestros actos son solo responsabilidad nuestra y de nadie más; no podemos culpar a otros de
lo que hicimos o lo que dejamos
pasar.
Solo nos
queda dejar todo en las manos de Aquel que por amor nos dio la oportunidad de vivir, sentir y pensar, sin
quedarnos esperando a que todos
nos caiga del cielo, ni mucho menos culpar a Dios
de
lo que hacemos o no hacemos. Hay que saber escuchar su voz, porque solo Él
logra sintonizar nuestros pensamientos con el
corazón;
y hace que lo que sentimos no nos haga perder la cordura y podamos hallar así la paz interior y nuestra
realización.
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