Ahí en «Las Margaritas» hay
un tesoro que dejaron los gachupines.
Dicen que son unas ánimas las que dan razón de dónde está el
dinero enterrado –es harto dinero–. Dicen que se quejan las ánimas y que se ven
las sombras que pasan porque hay gente que las han visto y que esas sombras
señalan en dónde está enterrado ese tesoro; un tesoro muy grande.
Yo entiendo que en la mera puerta de la iglesia está enterrado un
cajón que mide metro y medio de largo por 80 cm. de alto y está lleno de puros
centenarios que están acomodados muy bonito. Hay gente que le ha hecho la lucha
pero luego les da miedo porque las ánimas los asustan. Eso me han platicado los
que han ido allá a buscarlo.
Una vez unos muchachos que vieron las sombras de las ánimas se
decidieron a escarbar y escarbar bien profundo y luego dijeron que sí abrieron
el cajón; por eso sabemos de qué tamaño es y cómo están acomodados los
centenarios. Entonces fue cuando ellos escucharon que las ánimas estaban alegue
y alegue y que se les vino una tropelada de caballos, y entonces los pobres
muchachos con el puro susto nomás corrieron y hasta dejaron los picos y las
palas ahí tiradas.
Pero cómo son las cosas,
porque a la mañana siguiente agarraron valor y fueron a buscar el tesoro, pues
al fin y al cabo el pozo ya estaba abierto, y cómo se sorprendieron al darse
cuenta que ya estaba tapado y ni siquiera se miraban las señales del
escarbadero que hicieron la noche anterior. Yo les dije luego que lo que les
falló fue que uno de ellos debería haber estado rezando y echando inciensos
mientras que otro debería haber tenido un Cristo y agua bendita, mientras que
los demás escarbaban.
Pero lo curioso fue que encontraron otra vez tapado el pozo y ya
mejor decidieron no volver a escarbar nunca.
Esas ánimas ofrecen el tesoro porque ellas andan buscando
descanso. Entonces digo yo que el busca tesoros también tiene que prometerles
algo, como por ejemplo dar un socorro a la iglesia o a los prójimos pobres; una
donación con parte del dinero que saque. Y además debe hacer un funeral en el
panteón, aunque sea con una caja vacía.
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