Mecha era la hija del
jefe de una tribu Ópata del estado mexicano de Sonora.
La bella chica estaba
prometida para casarse con Tutulzin, un joven guerrero de no malos bigotes.
Para la ceremonia, los
padres de la novia pusieron a coser la mejor carne de venado que encontraron,
para darles gusto a los padres del novio. Si a éstos llegaba a no gustarles la
carne, la boda debía suspenderse, según la tradición del pueblo. Cuando acabó
de coserse la carne, Mecha se fue a dormir, convencida de que el guiso había
quedado muy sabroso y sería del gusto de sus futuros suegros.
Pero Umola, una joven
bella tremendamente envidiosa, que estaba enamorada de Tutilzin, por la noche
encendió el fuego del hogar de Mecha y quemó la carne a propósito.
Al otro día, cuando
Mecha vio lo ocurrido se moría de angustia y lloraba sin parar. Inmediatamente,
la desdichada joven corrió a un bosque y le rezó al dios Tata, Tata Sol, y le
pidió que se la llevara al Cielo.
Ante sus ruegos, el
dios le envió una escalera, por la cual Mecha subió. Cuando iba a medio camino,
la vio un señor y dio la voz de alarma. Para hacerla bajar de la escalera, y
como era la usanza, el padre de Mecha empezó a cantar: -¡Baja, querida Mecha,
soy yo tu padre quien te pide que bajes por el amor de Dios! Pero la hija le
respondió que no debía bajar, ya que iba a conseguir una buena carne de venado,
y que si no la conseguía seguiría siendo su hija desde el otro mundo.
Todo el pueblo se puso
a cantar, pero Mecha no bajó.
Tutulzin, desesperado,
se subió a la escalera para alcanzarla, pero no pudo, y a medio camino se
convirtió en la Estrella del Norte.
Se quedó para siempre
en el Cielo para cuidar a su querida Mecha, quien nunca consiguió la carne de
venado y tuvo que quedarse en el Cielo.
La malvada Umola había
ganado la partida, aunque tampoco ella puedo casarse con el valiente guerrero
Tutulzin. Fue una marga victoria.
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