Cuenta una leyenda de
San Luis Potosí que hace tiempo una señora vivía con su hija en el Municipio de
Catorce.
Eran nada más ellas
dos. La hija contaba con dieciocho años de edad y era muy bonita y alegre, le
gustaban mucho las fiestas.
En una ocasión unas
amigas de ella organizaron una fiesta, que prometía estar muy divertida.
La joven, que se
llamaba María, acudió con su madre muy entusiasmada para pedirle permiso de ir
a la reunión. La madre, doña Eustaquia, le negó el permiso alegando que era muy
peligroso que fuera sola. Sin embargo, María montó en cólera, lloró, alegó, y
no paraba de afirmar que acudiría al baile a como diera lugar.
La madre no cedía, y le
decía que si iba a la fiesta, el Diablo se la iba a llevar. Aparentemente, la
joven se resignó. Al dar las diez de la noche, cuando Eustaquia se encontraba
en su recámara y ya casi dormida, María se arregló, se puso su vestido más
bonito, y salió por la ventana de su cuarto dispuesta a pasar una noche
divertida.
Cuando la muchacha se
encontraba cerca de la iglesia del pueblo, de repente pasó volando un
pitacoche, la tomó con su pico por los cabellos, la levantó y se la llevó
volando por los aires.
Lo más curioso es que
el pitacoche es un ave muy pequeña, incapaz de poder soportar el peso de una
persona, por liviana que sea.
Pues el ave se la llevó
y la dejó cerca del jale de una mina.
María se llevó el susto
de su vida,
pues cuando el ave la depositó en tierra, pudo ver que el pajarito se convertía
en un espantoso Diablo, que lanzaba tremendas carcajadas y mostraba
descomunales colmillos.
En un momento dado, el
monstruo posó su mano sobre uno de los hombros de María y le dejó una terrible
quemadura con la forma de la mano del Diablo, que hasta las uñas podían verse.
María se desmayó.
Cuando volvió en sí, se
encontraba a la puerta de su casa. Entró sigilosamente, y se
metió en su cama. Doña Eustaquia no se había dado cuenta de nada. Al día
siguiente, al verle la cicatriz a su hija, la madre lo comprendió todo. María,
arrepentida, le juró a su madre que nunca más trataría de engañarla, ni se
escaparía para irse de farra, toda vez que su madre tenía razón respecto al
horripilante Diablo.
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