Las hormigas pertenecen
al Orden de los Himenópteros y a la Familia Formicidae, de las cuales existen
más de 12,000 especies.
Muchos grupos humanos
las han utilizado como alimento, con fines medicinales, como objetos rituales,
como dioses, y como personajes que forman parte de las leyendas y la mitología
de los pueblos.
Lo industrioso y
cooperativo de las hormigas aparece en muchas narraciones orales del folklore de
los pueblos indios, y para muchos ha tenido un papel muy importante en su
cultura, como por ejemplo en el mito de creación Cahuila en el cual las
hormigas agrandaron el espacio vital para que el pueblo hormiga pudiese vivir.
O como en la mitología
hopi que nos habla de la protección que las Personas-Hormigas brindaron a los
hombres guardándolos bajo tierra durante la destrucción del Primer Mundo, en
las etapas de la creación universal.
Las tribus del norte de
California aseguran que las hormigas son capaces de predecir los temblores, y
está prohibido molestar a estos insectos en sus nidos. En muchas leyendas de
los indios suramericanos las hormigas aparecen como guerreros.
Algunos pueblos tienen
clanes referentes a la hormiga como los pimas, quienes dividen cada pueblo en
dos clanes: el Clan de las Hormigas Rojas y el Clan de las Hormigas Blancas.
En la tradición oral mexica, Ázcatl fue la hormiga roja que rebeló a Quetzalcóatl, la Serpiente
Emplumada, deidad suprema, la Montaña de Nuestra Alimentación, la Tonacatépetl,
cuando un día se la encontró el dios por los alrededores de Teotihuacán.
Al preguntarle a la
hormiga dónde había obtenido el grano de maíz que llevaba, el insecto optó por
ignorarlo y continuó su camino.
Pero como el dios
insistiera, Ázcatl lo invitó a que la siguiese. Quetzalcóatl no podía entrar
por los lugares tan pequeños por donde nuestra amiga accedía fácilmente, por lo
que el dios se convirtió en una hormiga negra.
Sólo así pudo meterse en
el interior de la montaña y reunirse con ella. La hormiga roja le llevó a un
lugar donde había montones de granos de maíz.
Emocionado, el dios tomó
muchos de los granos y le dio efusivamente las gracias a Ázcatl por tan
soberbio regalo.
Quetzalcóatl llevó los
granos a otros dioses quienes, a su vez, se los dieron a los hombres. Los
granos tenían muy buen sabor, y los humanos se deleitaron con ellos.
Pero pronto se acabaron,
y Quetzalcóatl pensó que era muy dificultoso estar yendo a la montaña por más a
cada rato. Intentó llevarse la montaña, pero no pudo; entonces, los dioses le
pidieron ayuda a Oxomo, creador de la cuenta del tiempo, y a Cipactonal, diosa
de la astrología y los calendarios, quienes dijeron que si Nanáhuatl, el dios
leproso, patrón de las enfermedades de la piel, lanzaba un rayo sobre la
Montaña ésta se abriría. Los tlaloques, dioses de la lluvia ayudantes de
Tláloc, hicieron llover y Nanáhuatl lanzó un rayo que abrió la Montaña, los
granos surgieron y quedaron a disposición de los hombres.
Por otra parte, el
símbolo de la delegación Azcapotzalco, en el Montículo de las hormigas, del
Distrito Federal, está representado por una hormiga roja rodeada de granos de
maíz, en honor al descubrimiento de este cereal por los toltecas cuando
observaron que las hormigas escondían bajo la tierra suculentos granos en la
región de Tamoanchán, el lugar mítico y paradisíaco, localizado arriba de los
nueve niveles del Cielo, y en el lugar donde Quetzalcóatl y la diosa Quilaztli,
por otro nombre Cihuacóatl, llevaron los huesos sagrados con los que crearon a
los primeros seres humanos. Por tanto, las hormigas fueron sagradas para los
toltecas, ya que a ellas se debía el conocimiento de una gramínea tan
importante para los pueblos mesoamericanos.
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