Yo vivo en una residencia de estudiantes y las
habitaciones no es que tengan muchos muebles: dos camas, dos armarios y una
mesa con dos sillas. Como podréis comprobar no vivo solo; comparto mi
habitación con mi amigo Sergio. Pues debido a esa escasez de muebles y de la
amplitud de la habitación, un día que volvíamos de la biblioteca, vimos en un
contenedor una mecedora vieja que estaba chulísima y la pillamos. Estuvimos
meciéndonos en la calle y decidimos subirla a la habitación. No fue nada fácil
hacerlo y sortear al bedel, que un tío tope brasas. Pero con mucho arte lo
conseguimos y dejamos la mecedora en una esquina de la habitación y fue
acumulando ropa encima de ella.
Pero una semana después, una noche que estaba estudiando, me pareció ver
que la mecedora se movía, era imposible, al principio pensé que seria una
corriente de aire o algo, y me levante a cerrar las ventanas, pero las ventanas
ya estaban cerradas. Pensé: 'serán imaginaciones mías', y me volví a sentar en
la mesa, pero por el rabillo del ojo no podía dejar de mirar la mecedora.
Cuando me olvide del incidente, oí un ruido y me gire. Las cazadoras que
estaban en el respaldo de la mecedora habían caído al suelo. Me levanté a
recogerlas y vi, esta vez muy claramente, que la mecedora se movía, y no era
por la inercia de haberse caído las chupas. Se movía muy despacio, como si
alguien se estuviese meciendo. Bajé corriendo a la sala de TV a avisar a
Sergio. Subió conmigo mientras repetía que serían cosas mías, y cuando abrimos
la puerta vimos la mecedora tirada en el suelo, de lado, y todas las ropas
desperdigadas por la habitación. Sergio dijo que vale, que muy buena la broma
pero que no se creía nada. Levante la mecedora y volvió a poner la ropa encima.
Y nos fuimos a la cama. Yo no podía quitar ojo a la mecedora pero finalmente me
dormí.
De pronto me despertó un ruido, como un roce de algo con algo, y encendí
la luz, Sergio se despertó. 'Tío apaga la luz', dijo.' ¿No oyes un ruido?', le
dije nervioso. 'No, solo te oigo a ti dando la brasa', grito. Finalmente
escucho el ruido. Era como un roce. Buscamos de donde venia y vimos el llavero metálico
que colgaba de la llave de la cerradura balanceándose y pegando con la puerta
de madera. Estábamos cagados de miedo mirándolo y de pronto empezó a dar
vueltas como loco, en círculo, como cuando das vueltas a una cadena alrededor
de un dedo, pero lo hacia solo y alrededor de la llave que estaba encajada en
la cerradura. Sergio se cabreo. Que ya valía, que muy buena la bromita; y yo: 'tío,
que no soy yo'. Y de repente empezó a cerrarse con dos vueltas la cerradura.
Clack, clack. Clack, clack… Sergio dijo 'Vale, ya se, están cerrando con otra
llave por fuera', y se giro como diciendo 'aquí ya esta todo arreglado', pero
me empujo para que me girase. La mecedora estaba moviéndose suavemente.
Estábamos que se nos salía el corazón por la boca. El ruido de la llave
paro y el llavero se dejo de mover, pero la mecedora se empezó a agitar de
forma violenta…, más y más, más y más…, hasta que se volcó.
Sergio abrió la puerta y salimos al pasillo. Decidimos no contarlo. Después
de un rato deambulando por ahí volvimos a la habitación, cogimos la mecedora y
la bajamos al patio.
Al día siguiente el bedel pregunto en el comedor que quien había metido
una mecedora en el patio, que ya estaba harto de chorradas y que el próximo que
armase alguna se la iba a ganar. Cuando después de desayunar nos íbamos para
clase vimos al diré de la resi ojeando la mecedora. No sé si la habrá
cogido.
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