En el pueblo de Jiutepec, localizado en el estado de Morelos, se
cuenta una leyenda acerca de una familia que vivía en una bonita casa.
Se trataba de una familia de buenos recursos económicos. Vivían
tranquilos y felices.
Una cierta noche, uno de los de los hijos escuchó ruidos
inexplicables en el patio trasero. Inmediatamente acudió ante su padre y le
dijo que debían escarbar en el patio, porque tal vez se encontrara enterrado un
tesoro, pues era bastante común que los espíritus avisasen de la existencia se
riquezas escondidas.
Pero el padre se negó a tamaña empresa, por costosa y latosa.
Un
fin de semana en que el joven se quedó solo en la casa, llamó a sus amigos para
que le ayudasen a escarbar.
No encontraron ningún tesoro, solamente una calavera enterrada
cerca de un árbol.
Desde entonces, el joven oía una voz de ultratumba que le
llamaba insistentemente. Su carácter cambio, se hizo peleonero y flojo, y abandonó
sus estudios. Sus padres estaban muy preocupados y le llevaron a ver a un
psiquiatra, quien no lo pudo ayudar en nada.
Pasado un tiempo, el atormentado muchacho se colgó del árbol que
estaba en el patio trasero, justo en donde habían encontrado el esqueleto.
Ante
tamaña tragedia, la familia se mudó de casa y se fue a vivir a Cuernavaca.
La casa estuvo abandonada durante mucho tiempo, pero al final se
rentó. Sin embargo, todos los que la rentaban, parecían sentirse muy incómodos
en ella, y la dejaban pasado cierto tiempo.
En la casa embrujada se habían ahorcado en el mismo árbol dos
personas más, aparte del joven, por lo que la casa agarró fama de maldita.
Por fin la casa fue adquirida por una inmobiliaria que la compró
a muy bajo precio, para construir unos condominios.
Los ruidos cesaron y la macabra voz también; sin embargo, los
habitantes de Jiutepec aseguran que en esos edificios ya van dos personas que
se han matado ahorcándose…
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