El concepto de universos paralelos es una
hipótesis de la Física, en la que se considera la coexistencia de varios
universos o realidades más o menos
independientes. El desarrollo de la física cuántica, la búsqueda de una teoría unificada,
la teoría cuántica de la gravedad y el desarrollo de la teoría de cuerdas, han
permitido visualizar la posibilidad de la existencia de múltiples dimensiones y
universos paralelos formando lo que se ha denominado un multi universo. Por su
misma complejidad, nos vamos a adentrar en un mundo que, aparentemente, pertenece
más a la fantasía que a la realidad. Pero muchas veces la fantasía de hoy es la
realidad de mañana. Y, a fin de cuentas, ¿qué es la realidad?.
Los campesinos franceses del siglo IX culpaban a los brujos de
arruinar sus cosechas, ya que creían que tenían poderes para enviar tormentas a
destruir sus campos. Luego pensaban que recogían los frutos dañados y los
transportaban en barcos que volaban hasta una ciudad situada en las nubes del
cielo. A esta ciudad mágica se refirió San Agobardo de Lyon 779-840 como Magonia en un libro titulado “Contra las necias opiniones del vulgo sobre el granizo y el trueno” El santo consideraba tales creencias
como supersticiones propias de hombres locos y estúpidos y se enfrentó
abiertamente a ellas. San Agobardo de Lyon nació
el año 779 en España se dice que en Catalunya, fue uno de los escritores que
ilustraron el imperio carolingio y fue elegido obispo de Lyon en 813. Agobardo
fue un oponente de Félix de Urgel, los judíos y el adopcionismo, doctrina según
la cual Jesús era un ser humano, elevado a categoría divina por designio de
Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o en algún momento a lo largo de
su vida, o tras su muerte. Muerto en 840, su festividad se celebra el 6 de
junio.
Nicolás Pierre Henri de Montfaucon, abad de
Villars 1635-1673 fue un escritor francés. Era el más joven de una familia
noble y nació en una mansión de Villars, cerca de Alet-les-Bains, en el valle
del Aude. Su obra más famosa es “El Conde de Gabalis o conversaciones secretas sobre
la ciencia”, donde revela los misterios de la Cábala y la Sociedad
de los Rosacruces. El libro desarrolla una curiosa teoría: “El aire está lleno de una multitud ingente
de personas, llamadas Sílfides… los mares y los ríos están habitadas, así como
el aire, con duendes o ninfas… El interior de la tierra está llena de gnomos,
seres de baja estatura…”
Se dice que hace unos 1.200 años, los habitantes de Lyon
capturaron a tres hombres y una mujer que se afirmaba que habían descendido de
un barco volador. Los campesinos estaban convencidos de que se trataba “de magos enviados por Grimoaldo, duque de Benevent, enemigo de
Carlomagno, para hacer perder las cosechas de Francia”. Grimoaldo III 760 – 806 fue príncipe
de Benevento lombardo desde la muerte de su padre, Arechis II, en el 787 hasta
su muerte. Era el segundo de los hijos de Arechis II y Adelperga, duques de
Benevento. Su abuelo materno era el rey Desiderio de Lombardía, que en el 774
fue derrocado por Carlomagno, adueñándose del reino del norte. Este suceso fue
aprovechado por Arechis para intentar proclamarse rey de los lombardos, pero
ante la amenaza de ser invadido por Carlomagno, desistió y se proclamó
solamente Príncipe, título que en adelante se daría a los duques de Benevento.
Siguiendo con el relato interrumpido para presentar a Grimoaldo,
los presuntos magos dijeron que eran de la región, pero que habían sido “raptados poco tiempo atrás por
hombres milagrosos que les mostraron inauditas maravillas para que volvieran a
contarlas”. Sus captores estaban dispuestos a lapidarlos. Pero
Agobardo dictaminó que “no era cierto que esos hombres hubieran bajado de los aires”. Según Montfaucon de Villars “El pueblo creyó más a su buen
padre Agobardo que a sus propios ojos, se apaciguó, liberó a los cuatro
embajadores de los silfos y se acogió con admiración al libro que Agobardo
escribió para confirmar la sentencia pronunciada”.
Tres siglos más tarde, el ufólogo francés, Jacques Vallée, publicó esta
historia de la ciudad en las nubes en su obra “Pasaporte a Magonia” 1969, en la que
está básicamente inspirado este artículo. Esta obra también inspiró a Steven
Spielberg en su película “Encuentros en la tercera fase”, en la que dice que “los seres de los ovnis actuales pertenecen al mismo tipo de
manifestaciones que se describían en siglos pasados secuestrando humanos y
volando a través de los cielos”. Parece bastante evidente que
entes de otra dimensión han influido en la historia humana desde hace milenios.
Se les ha llamado indistintamente ángeles, demonios, hadas, elfos o
simplemente extraterrestres.
Según Jacques Vallée: “Magonia constituye una suerte de universo
paralelo que coexiste con el nuestro. Se hace visible y tangible sólo a gente
elegida, y las puertas que a él conducen son puntos tangenciales conocidos
únicamente por los elfos y unos pocos de sus iniciados”.
Las Hadas y otros seres como duendes, elfos, etc. son de naturaleza
intermedia entre humanos y ángeles. De igual manera todo lo que se cuenta
sobre ello contiene un raro eco de lo verdadero y lo legendario. Huellas de lo
imposible cercano y lo lejano posible. Presentes en las leyendas de todo el
planeta con diversos nombres, siempre son seres difusos y escurridizos de ver,
pero rotundos en efecto de su presencia. Y siempre en contacto, directo o
indirecto, con las manifestaciones de la naturaleza. Su relación con los
humanos ha estado siempre influida de su propia naturaleza ambigua. Su contacto
puede producir la locura, la muerte, las riquezas fabulosas, la protección, o
el amor. Y sus emociones y sentimientos pueden ser de un carácter o de otro,
pero siempre puro, pues no cabe en ellos la duda, o la indefinición. Su danza,
su amor, o su odio son inagotables y por eso se les ha considerado peligrosos,
pues en este sentido son lo opuesto a la naturaleza humana, cuyo corazón está
hecho de mezclas y contradicciones.
Hay auténticos tratados que abordan aspectos de estos seres
desde varios enfoques, pero sobre todo desde el mito y la leyenda e incluso
desde un punto de vista antropológico. Ahí están las obras del alquimista suizo Paracelso en el siglo XVI que
popularizó el término “elementales“, o la del
abate francés Villiers. Más recientemente, algunos autores se han aventurado a
escribir libros donde hablan profusamente sobre hadas, duendes y gnomos desde
una perspectiva global, intentando clasificarlos en familias, nombrarlos y
definirlos. Una ardua tarea. Y ciertamente los datos que nos ofrecen estas
obras son valiosos y clarificadores pero siempre de una parte del fenómeno.
Obras que van desde el libro que escribió Walter Scott “La verdad sobre los demonios y las brujas”
hasta “El diccionario de hadas” de Katherine
Briggs. Todas ellas son muy válidas y hay que reconocer el esfuerzo y la
dedicación de sus autores por acercarnos a unos seres tan sutiles y por
hacernos comprensible un mundo totalmente incomprensible, pero que aportan una
visión muy parcial de toda su complejidad.
Podemos leer de arriba abajo el libro de Roberto Rosaspini
Reynolds “Hadas, duendes y otros seres mágicos celtas” y quedarnos como
estábamos al principio. Porque, ciertamente, nos habla de hadas (terrestres,
acuáticas, domésticas, malévolas…), de duendes, gnomos, silfos, salamandras,
ninfas, elfos, trasgos y animales feéricos pero redunda en más de lo mismo.
Unos copian a otros y es lógico. No hay tantos datos que aportar. Las fuentes
son comunes y exiguas y todos bebemos prácticamente en las mismas aguas. Tal
vez aquí radique una de las causas que explique el porqué se obliga a los
investigadores del mundo feérico a tener una perspectiva miope de este
misterio, porque misterio es al fin y al cabo acercarnos a una civilización que cohabita en
un mundo paralelo al nuestro y
del que apenas sabemos unos pocos retazos deshilachados.
Supone un desafío saber algo más sobre esta extraña Gente Menuda, aunque
solo sea para darnos cuenta de que no todo son fábulas o cuentos de niños. Si todo fuera tan fácil como
llegar a la conclusión de que no hay más que pura fantasía en el origen de
estos relatos, muchos pueblos y culturas se hubieran ahorrado mencionar a seres
que pululan por cada uno de los elementos de la naturaleza y a los que desde antiguo
se les ha rendido culto, se les ha reverenciado y se les ha temido.
Si todo fueran simples cuentos de hadas, sin ningún fundamento serio, tal vez
no nos causaría tantos quebraderos de cabeza pensar que en la creencia
ancestral en esta clase de criaturas está la génesis de algunas supersticiones
sectas y religiones de corto alcance.
Al lado de estas sesudas obras de divulgación existen otras
donde sus autores respectivos cuentan sus experiencias personales con estos
seres, sin ambigüedades, proclamando a los cuatro vientos su realidad, su clara
existencia. En ellas aparecen tal cúmulo de datos que nos apabullan, todos
ellos desde una perspectiva subjetiva y, por tanto, indemostrables. Hablan de
ellos como si les hubieran hecho una entrevista y nos cuentan con todo lujo de
detalles su aspecto físico, su forma de pensar, cómo se alimentan e incluso su
actividad sexual. Por ejemplo las obras como la del vidente británico Geoffrey
Hodson “El mundo
real de las hadas” fruto
de sus experiencias con estas criaturas y las visiones de las mismas que tuvo
en los años veinte del siglo XX. O el libro de Dorothy MacLean sobre “Comunicación con los ángeles y
los devas“. También
podemos referirnos a libros como el del español Vicente Beltrán Anglada, “Las fuerzas de la naturaleza“,
o el del argentino Monseñor Claudio Paleka, “Cuando el cielo pase lista”, que
describen la vida sutil de estos seres en cada uno de los cuatro elementos con
todo lujo de detalles. Esta tendencia literaria podría representar el ala crédula, es decir, la
de aquellos que no solo creen en las hadas sino que además afirman haberlas
visto y hasta charlado con ellas. Serían encuentros cercanos en la tercera fase
por utilizar una terminología ufológica. La
otra tendencia sería la escéptica, representada por aquellos que se acercan al
fenómeno no para negarlo rotundamente sino para interpretarlo y explicarlo
desde otras posturas y enfoques algo más científicos y racionales.
Volviendo a retomar los conceptos de la Física pero, no os
asustéis, solo en 3 párrafos, vemos que una de las versiones científicas que
recurren a los universos paralelos es la interpretación de los universos múltiples
de Hugh Everett, físico norteamericano que propuso por primera vez la teoría de los universos paralelos en la física
cuántica. Desde un punto de vista lógico la teoría de Everett
elimina muchos de los problemas asociados a otras interpretaciones más
convencionales de la mecánica cuántica. Sin embargo, en el estado actual de
conocimiento no hay una base empírica sólida a favor de esta interpretación. Si
bien la mecánica cuántica ha sido la teoría física más precisa hasta el
momento, permitiendo hacer cálculos teóricos relacionados con procesos
naturales y proporcionado una gran cantidad de aplicaciones prácticas, tales
como relojes de altísima precisión, existen algunos conceptos difíciles
de interpretar. Richard Feynman, premio Nobel de Física, llegó a decir al respecto:
“creo que nadie entiende
verdaderamente la mecánica cuántica“.
Eso plantea un problema serio: si las personas y los científicos
u observadores son también objetos físicos como cualquier otro, debería haber
alguna forma determinista de predecir cómo, tras juntar el sistema en estudio
con el aparato de medida, finalmente llegamos a un resultado determinista.
Diferentes físicos han teorizado sobre distintas soluciones a este
problema. La propuesta de Everett es que cada medida desdobla de alguna manera
nuestro universo en una serie de posibilidades. O bien tal vez ya existían los
universos paralelos mutuamente inobservables y en cada uno de ellos se da una
realización diferente de los posibles resultados de la medición. La idea y el formalismo de Everett
son perfectamente lógicos y coherentes, aunque algunos puntos sobre cómo
interpretar ciertos aspectos, en particular cómo se logra que esos universos no
sean observables y se coordinen entre sí para que en cada uno suceda algo
diferente, siguen siendo muy confusos. Pero, por lo demás, es una explicación
posible.
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