El domingo 7 de marzo de 1649 se dio un extraño acontecimiento
cerca del Palacio del Arzobispado.
Los habitantes de la ciudad vieron una mula que cargaba el
cuerpo de un caballero y que en sus ancas llevaba a un indígena que evitaba que
el cadáver se cayera.
El pregonero iba a anunciando el crimen que el hombre había
cometido en vida.
El personaje había asesinado al alguacil del pueblo de “Iztapalapa”
para después ahorcarse en secreto.
Cuando la guardia encontró su cuerpo, decidió investigar las
causas del crimen. Se determinó que el hombre había actuado en solitario y que
merecía la pena capital, sin importar que ya estuviera muerto.
El cadáver fue paseado por toda la ciudad para ser ahorcado
(otra vez) frente al antiguo Palacio Real.
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