De niños soñamos
con ser grandes, porque nos hicimos a la idea que los que más crecen, tienen
más fuerza y poder, y todo lo pueden controlar de acuerdo a esta concepción, en
algún momento, quise crecer como todos, para alcanzar las cosas por mí misma,
caminar más rápido, tener más agilidad física, ajustarme al mundo que han
construido los demás. Pero en la medida que pasaba el tiempo, vi como ser
grande de cuerpo, era como empequeñecer en los sueños, puesto que entre más cómodo y fáciles se hacían los retos, iban perdiendo importancia, y
llegaba el estancamiento. Crecer físicamente, implicaba muchas veces reprimir
los sentimientos, mutilar las ilusiones, derrumbarnos ante pequeñeces,
limitarnos por condicionamientos, dejar de lado lo que realmente tiene
importancia, porque ser grande significa para muchos, tener éxito, entendido
éste como el acumular bienes que nunca se llegan a utilizar, mientras otros de
hambre material y espiritual están muriendo.
Los que se sienten
grandes, ven demasiado pequeño el cielo, por tanto dudan hasta de Dios, les
cuesta aceptar su amor, ya que creen que lo que tienen y lo que son, ha sido
simplemente porque han trabajado y luchado por ello, su fe se condiciona, han
dejado de creer en el verdadero amor y en lo que puede ser eterno, todo lo
razonan y le buscan explicación hasta lo que puede sentir o existir en el
corazón. Esos que mucho se han crecido, no quieren ver hacia abajo, sienten que
nada ni nadie les he digno, se muestran inconformes, no disfrutan de lo que
realmente tiene valor y que se encuentra escondido en lo más pequeño y
sencillo.
Decidí no crecer en mi cuerpo y vanidad, porque nunca quise dejar que muriera mi espíritu de niña, los sueños, la ilusión, los anhelos de construir un mundo mejor, desde lo que soy y todo aquello que en los demás tiene mucho valor… Decidí no crecer, para experimentar el gozo y la satisfacción que siento cada vez que alcanzo algo por mi propio esfuerzo y con la ayuda de Dios, sin tomar el camino fácil, sin creerme superior o que todo lo puedo, simplemente porque soy yo, y no porque mi fuerza y mis dones vienen del Creador. Decidí no crecer, para así levantar cada día mi mirada y poder darle gracias al Amigazo por lo que tengo y lo que soy ; decidí no crecer, para no sentir que son más pequeños e inferiores, los que están a mi alrededor, sino descubrir la grandeza que hay escondida en su corazón. Decidí no crecer en mi cuerpo y vanidad, para dejar que creciera sin límites mi espíritu, mi fe, mis ganas de dar siempre de mí lo mejor; decidí no crecer porque desde abajo se ve más la grandeza del cielo; y desde arriba Dios mira hacia abajo y se goza en su inmensa y hermosa creación…
Decidí no crecer en mi cuerpo y vanidad, porque nunca quise dejar que muriera mi espíritu de niña, los sueños, la ilusión, los anhelos de construir un mundo mejor, desde lo que soy y todo aquello que en los demás tiene mucho valor… Decidí no crecer, para experimentar el gozo y la satisfacción que siento cada vez que alcanzo algo por mi propio esfuerzo y con la ayuda de Dios, sin tomar el camino fácil, sin creerme superior o que todo lo puedo, simplemente porque soy yo, y no porque mi fuerza y mis dones vienen del Creador. Decidí no crecer, para así levantar cada día mi mirada y poder darle gracias al Amigazo por lo que tengo y lo que soy ; decidí no crecer, para no sentir que son más pequeños e inferiores, los que están a mi alrededor, sino descubrir la grandeza que hay escondida en su corazón. Decidí no crecer en mi cuerpo y vanidad, para dejar que creciera sin límites mi espíritu, mi fe, mis ganas de dar siempre de mí lo mejor; decidí no crecer porque desde abajo se ve más la grandeza del cielo; y desde arriba Dios mira hacia abajo y se goza en su inmensa y hermosa creación…
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