Fue
el 23 de septiembre del año de 1955 cuando un tren de pasajeros, procedente del
estado de Chihuahua se impactó contra dos camiones que cargaban 5 toneladas de
dinamita, las cuales habían sido embarcadas en la Fábrica Mexicana de
Explosivos, en Dinamita, Durango.
El
suceso se registró a la altura del kilómetro férreo 1143, justo a la entrada de
Gómez Palacio.
Durante
el desplome, los dos camiones desaparecieron junto con los tripulantes y el
pánico había sido "sembrado" entre los pasajeros que iban a bordo del
tren "pollero" número 20 y que reaccionaron enloquecidos al
visualizar cuerpos totalmente destrozados y fragmentos de restos humanos.
De
la locomotora solamente se encontraron fierros retorcidos y algunas piezas,
mientras que la pequeña propiedad agrícola llamada "Guayuleras" quedó
devastada.
El
siniestro que se registró minutos antes de las 20:25 horas dejó un saldo de 20
personas muertas y más de 100 heridas, lo anterior según algunos cálculos que
se habían llevado a cabo.
Para
el sábado 24 de septiembre de ese mismo año, El Siglo de Torreón publicó que
los dos camiones habían llegado al caer la tarde a las cercanías del crucero,
pero que no lo habían pasado debido a que se tenía prohibido el tránsito de
camiones con carga del tal índole por las ciudades durante el día.
Incluso,
minutos antes de aquella trágica tarde- noche, ambos camiones se habían
estacionado a un lado de la carretera a Bermejillo, pero apuntando en dirección
de Gómez Palacio.
En
aquel entonces, María Luisa Hernández tenía 14 años de edad y viajaba junto con
su madre, sus 4 hermanos y la niñera en el tren "pollero".
"Veníamos de la boda de una prima, habíamos ido a Camargo,
posterior a la boda estuvimos unos días más y el 23 decidimos regresar, el tren
salió con cierto retraso, venía la máquina y enseguida de ella, venía el carro
pullman que debía venir al último, pero venía mal y así lo abordamos, luego
llegamos a Jiménez y ahí cambian de máquina y ponen el vagón en su lugar",
relata.
Tranquilos
y sin pena alguna, los cinco hermanos de 18, 16, 14, 11 y 5 años venían muy
contentos y algunos de ellos platicando con otros viajeros.
El
trayecto parecía que transcurría de forma normal, incluso, María Luisa y su
hermano el más pequeño empezaron a sacar la cabeza porque se veían las luces de
la ciudad de Gómez Palacio.
"Es
que ¡ya se ve Gómez!, ¡ya se ve Gómez!, veníamos muy contentos porque una amiga
nos había invitado a una merienda", detalló.
Pero
de repente, María Luisa cuenta que sintieron "una sacudida tremenda, todo
negro y entonces mi mamá empezó a gritarnos a cada uno de los hijos, ¡aquí
estoy!, ¡aquí estoy! y nos trasladamos a ciegas, es que el vagón en el que
veníamos se salió de la vía, quedó inclinado y como pudimos bajamos".
Tras
la explosión, María Luisa quedó con una herida en una de sus piernas y su
madre, con el rostro lleno de sangre, por los vidrios que se había enterrado.
"Estábamos
muy asustados, pero bendito sea Dios, los 5 hijos, mi madre y la nana estábamos
con vida, al bajarnos vimos brazos, piernas regadas, desde que empezamos a
bajar la gente muerta en el carro que veníamos nosotros"
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