En la
antigua cárcel de Durango muchos prisioneros vivían aterrados ya que había una
celda a la que no querían entrar. Algunos decían que ocultaba un poder
misterioso que castigaba fuertemente a los delincuentes matándolos, otros
aseguraban que se trataba de un demonio que se alimentaba de las almas. Lo
único seguro era que cada vez que un reo entraba en esa celda, amanecía muerto
al día siguiente.
Un día, Juan descubrió que su novia se
veía en secreto con el dueño de una hacienda. Luego de seguirla, se enfrentó al
hombre lo golpeó fuertemente hasta dejarlo inconsciente.
Tras esto, el dueño de
la hacienda pidió que arrestaran a Juan y fue condenado a muerte.
Cuando
llegó a la cárcel, escuchó que las autoridades darían el perdón a cualquier
delincuente que pudiera averiguar lo que pasaba en la misteriosa celda. Así
que, incitado por el premio de su libertad, Juan les pidió a los custodios que
lo llevaran a la celda con unos cerillos y una vela. Entonces lo llevaron
durante la noche y lo encerraron en la celda, cuando se alejaron rezaron por su
alma temerosos.
Juan
encendió su vela y se mantuvo alerta toda la noche para descubrir lo que podía
estar asesinando a los presos. De repente, empezó a escuchar algunos ruidos,
pero no podía descubrir de dónde venían. Cerca de las tres de la mañana, su
pequeña vela estaba terminando y los ruidos eran cada vez más intensos. Justo
cuando la vela terminó, Juan encendió uno de sus cerillos y vio la enorme
sombra de un alacrán en la pared.
Esperó
a que el alacrán se acercará un poco más y cuando estaba en el piso lo atrapó
con su sombrero. Al día siguiente, cuando los policías se acercaron a la celda
para sacar el cadáver, se sorprendieron al ver que Juan aún estaba con vida. El
hombre les mostró lo que tenía debajo del sombrero y lo que había quitado
tantas vidas en esa celda. Así fue como Juan consiguió nuevamente su libertad y
resolvió el misterio de la celda.
Aunque muchos
dicen que los las almas de los reos que fueron asesinados por el enorme alacrán
aún se encuentran penando en ese terrible sitio. Se pueden escuchar los
lamentos de dolor y agonía que les causó el alacrán.
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