Lagos
de Moreno, ciudad sita en el estado de Jalisco, en la época revolucionaria
recibió a muchas familias adineradas provenientes de otros estados, que
deseaban huir de los revolucionarios por miedo a perder todas sus pertenecías y
a morir en manos de los bandoleros, como los llamaban. En Lagos de Moreno las
tales familias se encontraban seguras entre gente de su misma clase social y de
sus mismos intereses.
Entre dichas familias se
encontraba el matrimonio formado por Rubén Peón Valdez y su amada esposa doña
Blanca. Al poco tiempo de asentarse en Lagos de Moreno, tuvieron una niña muy
bonita, a la que pusieron por nombre Blanca Rosa. Dos años más tarde, la familia
aumentó con el nacimiento de un varón, al que nombraron Francisco. Ambos niños
eran amados por igual. Sin embargo, la predilecta de don Rubén era la pequeña
Blanca Rosa, a la que idolatraba. El matrimonio Peón Valdez tenía fama de tener
la casa más bella de la ciudad y de recibir en ella a lo más granado de la
sociedad. Como eran muy buenos anfitriones, todo el mundo deseaba ser invitado
a sus fiestas y tertulias.
Al crecer, Blanca Rosa era
aún más bonita que de niña, su blanco cutis, sus ojos azules y su largo cabello
dorado llamaban la atención de todos. Ni qué decir tiene que la jovencita tenía
la mar de pretendientes, quienes estaban locos por casarse con tan bella
damita. Sin embargo, Blanquita no le hacía caso a ninguno y se mostraba
indiferente ante tanto galanteo. Era tanta su indiferencia que sus padres
llegaron a pensar que tenía vocación de monja.
Pasaron
unos años y todo seguía igual con la muchacha. Ni se casba ni se metía a monja.
Una cierta noche, Blanca Rosa se despidió de sus padres como acostumbraba y se
recogió en su recámara. Al día siguiente, su madre fue a buscarla para que
acudiesen a misa de seis. Tocó, abrió la puerta, y… ¡Oh, sorpresa la joven no
se encontraba en el cuarto! La cama estaba tendida y una de sus ventanas se
encontraba abierta y de ella pendía una cuerda.
Doña Blanca salió
inmediatamente y alertó a la servidumbre para que la buscasen por toda la casa.
Todo fue en vano, la chica no se encontraba en ella. Se buscó desde la azotea
al sótano, pero Blanca Rosa no apareció. En la ciudad de Lagos pronto se
propagó la noticia de la desaparición de tan bella niña, y el pueblo hasta un
corrido le dedicó su extraña desaparición.
Nadie sabía nada de su
desaparición. Se rumoraba que se había fugado con Chicho, el caballerango, que
era muy guapo; o con Narciso Romo, que tan bonitos ojos tenía. Pero buscaron en
donde vivían los dos muchachos, y no encontraron a la niña desaparecida.
Unos años después, doña
Blanca, la madre murió de tristeza y sin saber el paradero de la pequeña. El escándalo
que había causado la desaparición se fue acallando. Cuando murió don Rubén
Peón, muchas personas vieron a una mujer con un largo velo blanco que con un
bulto en sus brazos recorría las calles de la ciudad sin pisar el suelo. Al
llegar al río gritaba: – ¿Dónde los encontraré? Y tiraba el bulto al agua. Los
rumores empezaron a correr de nuevo, se dijo que Blanca Rosa se había fugado
con Chicho del cual había tenido cuatro hijos. Se afirmaba que en cierta
ocasión Chicho la había sorprendido teniendo relaciones con otro hombre y que,
loco de celos, había matado a sus criaturas y a ella. Y que ahora el espíritu
de Blanca, arrepentido de haberse portado tan mal con sus padres y su amasio,
recorría la ciudad para pagar sus pecados.
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