sábado, 2 de marzo de 2019

PERMISO




En el proceso que todos asumimos de crecer y madurar, es difícil aceptar a veces nuestra propia humanidad; cuesta enfrentar cara a cara nuestra fragilidad; por tanto, es mucho más complicado en ocasiones, comprender y tolerar los momentos que vive el otro y lo que ha de necesitar.

Es sano permitirse poder experimentar, las emociones que se apoderan del sentir y el pensar, manteniendo el equilibrio, sin dejar de avanzar; no irse a los extremos, ni correr sin frenos, no retroceder, ni renunciar.

Somos libres de enojarnos, cuando algo nos ha de molestar; cada uno es diferente y tiene cosas que le gustan o le van a disgustar, una cosa es el enojo, otra es olvidar, que un momento de ira, se dice mucho sin pensar, se puede destruir en un segundo, lo que durante toda una vida, se quiso construir o cultivar.

Si algo nos dolió, démonos permiso de llorar; si fue por una ofensa, es muy sano perdonar; porque el vivir con el corazón lleno de resentimiento o rencor, no nos dejará en paz; viviríamos con el temor de dar y recibir amor.

Si sufrimos porque un ser que amábamos se fue a otro lugar o murió; hay que enfrentar el duelo que ocasiona el vacío que nos dejó; pero no dejemos que nuestra vida acabe, no nos aferremos al dolor; nuestro corazón sigue latiendo, hay que seguir viviendo y hacer realidad en nosotros el sueño de Dios.

Al fallar o tropezar, es sano permitirse sentir frustración por el error, levantarse, sacudirse el polvo, empezar de nuevo, darse a sí mismo la oportunidad de reconstruir, seguir adelante, hasta lograr llegar a la meta que nos quisimos trazar.

Si sentimos soledad, no aislarnos más; tenemos el derecho de compartir con otros la vida, recibir y dar… Pero si por el contrario lo que buscamos es un espacio para respirar, es sano alejarse un poco, encontrarse consigo mismo y reflexionar; el desierto nos ayuda a estar cara a cara con nuestra propia realidad.

Concedámonos permiso para descansar, el cuerpo no es una máquina, no todo en la vida es trabajar, nos hace falta tiempo para compartir o socializar, darnos la oportunidad de no hacer nada, relajarnos, reír, jugar.

Permiso para expresar lo que sentimos, dejar que salga libremente nuestra afectividad, ser capaces de decir una palabra bonita, acariciar o dejarnos abrazar, permitir que afloren los detalles, suspirar y soñar.

Permiso para hacer de todo un poco, sin que nos dañe o haga daño a los demás, tampoco deformar o acomodar el concepto de moralidad.

Permiso para hacer lo que nos gusta, sin irnos a los extremos, sin olvidar la responsabilidad; lo que pensemos, sentimos, decimos y hacemos, siempre tendrán su efecto en nosotros mismos y en los demás.

Permiso para vivir, reír, llorar, soñar, enojarnos, consentirnos, equivocarnos, perder a veces el camino y de nuevo encontrarlo.

Somos seres Divinos con una experiencia humana, Dios nuestro Padre, Amigo y Creador, así nos soñó, puso en cada uno de nosotros, un toque de su perfección

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