En el
proceso que todos asumimos de crecer y madurar, es difícil aceptar a veces nuestra propia humanidad;
cuesta enfrentar cara a cara nuestra
fragilidad; por tanto, es mucho más complicado en
ocasiones,
comprender y tolerar los momentos que vive el otro y lo que ha de necesitar.
Es sano
permitirse poder experimentar, las emociones que se apoderan del sentir y el pensar, manteniendo el
equilibrio, sin dejar de avanzar; no
irse a los extremos, ni correr sin frenos, no
retroceder,
ni renunciar.
Somos libres
de enojarnos, cuando algo nos ha de molestar; cada uno es diferente y tiene cosas que le gustan o le
van a disgustar, una cosa es el
enojo, otra es olvidar, que un momento de ira, se dice mucho sin pensar, se puede destruir en un
segundo, lo que durante toda una
vida, se quiso construir o cultivar.
Si algo nos
dolió, démonos permiso de llorar; si fue por una ofensa, es muy sano perdonar; porque el vivir con el
corazón lleno de resentimiento
o rencor, no nos dejará en paz; viviríamos con el
temor
de dar y recibir amor.
Si sufrimos
porque un ser que amábamos se fue a otro lugar o murió; hay que enfrentar el duelo que ocasiona el
vacío que nos dejó; pero no dejemos
que nuestra vida acabe, no nos aferremos al dolor;
nuestro
corazón sigue latiendo, hay que seguir viviendo y hacer realidad en nosotros el sueño de Dios.
Al fallar o
tropezar, es sano permitirse sentir frustración por el error, levantarse, sacudirse el polvo,
empezar de nuevo, darse a sí mismo la
oportunidad de reconstruir, seguir adelante, hasta lograr llegar a la meta que nos quisimos trazar.
Si sentimos soledad, no aislarnos más; tenemos el derecho de compartir con otros la vida, recibir y dar… Pero si por el contrario lo que buscamos es un espacio para respirar, es sano alejarse un poco, encontrarse consigo mismo y reflexionar; el desierto nos ayuda a estar cara a cara con nuestra propia realidad.
Si sentimos soledad, no aislarnos más; tenemos el derecho de compartir con otros la vida, recibir y dar… Pero si por el contrario lo que buscamos es un espacio para respirar, es sano alejarse un poco, encontrarse consigo mismo y reflexionar; el desierto nos ayuda a estar cara a cara con nuestra propia realidad.
Concedámonos
permiso para descansar, el cuerpo no es una máquina, no todo en la vida es trabajar, nos hace falta
tiempo para compartir o socializar,
darnos la oportunidad de no hacer nada, relajarnos,
reír,
jugar.
Permiso para
expresar lo que sentimos, dejar que salga libremente
nuestra
afectividad, ser capaces de decir una palabra bonita,
acariciar
o dejarnos abrazar, permitir que afloren los detalles, suspirar y soñar.
Permiso para
hacer de todo un poco, sin que nos dañe o haga daño a
los
demás, tampoco deformar o acomodar el concepto de moralidad.
Permiso para
hacer lo que nos gusta, sin irnos a los extremos, sin
olvidar
la responsabilidad; lo que pensemos, sentimos, decimos y hacemos, siempre tendrán su efecto en
nosotros mismos y en los demás.
Permiso para
vivir, reír, llorar, soñar, enojarnos, consentirnos,
equivocarnos,
perder a veces el camino y de nuevo encontrarlo.
Somos seres Divinos
con una experiencia humana, Dios nuestro Padre,
Amigo
y Creador, así nos soñó, puso en cada uno de nosotros, un toque de su
perfección
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