Hace muchísimos siglos en el cerro
Curutaran, en el juego de Pelota, se enfrentaron para jugar dos dioses: Cupanzieeri y
Achuri Hirepe, dios de la noche.
Jugaron durante todo el día con mucho
brío, pues ambos dioses querían lograr el triunfo.
Al llegar la noche, el juego se
terminó con la victoria de Achuri Hirepe, por lo tanto el dios Cupanzieeri fue
sacrificado en el templo de Xacunan, la Jacona actual. El ganador, a más de la
victoria, obtuvo a la mujer de Cupanzieeri que se encontraba embarazada en ese
momento.
A los pocos meses nació Siráta-Tápezi,
hijo del dios perdedor. Las pikurpiri lo escondieron en un pueblo localizado en
la sima de un cerro, al que se conocía con el nombre de Akuntaro.
Ahí se crió el muchachito, quien
resultó muy hábil para la cacería, y el manejo de la flecha y la honda.
Cierto día que se disponía a cazar se
encontró con una iguana, ésta le habló y le dijo que no la matase, que le iba a
revelar un secreto.
Le dijo que el que el joven creía que
era su padre, no lo era; que el que fungía como su padre era en realidad el
asesino del mismo, y que Cupanziehri había sido sacrificado en un templo por
órdenes de Achuri Hirepe.
Siráta se fue presto hacia el Juego de
Pelota y escarbó en el templo hasta encontrar un costal que contenía los huesos
de su padre.
Tomó el costal y se alejó del lugar.
Cuando iba caminando de camino a su casa, se encontró con una parvada de
codornices y las quiso cazar; los huesos del dios se convirtieron en un enorme
venado sin cornamenta, con el pelo muy largo y una cola gruesa y súper larga.
El venado se echó a correr hacia el
Este y le dijo a su hijo:
-“¿Hijo mío, sabe que algún día
regresaré por el mismo lugar por el que ahora me voy. Cuando regresé todo el
pueblo se espantara como una parvada de codornices!”-
Cuando llegaron los españoles, todos
los indios purépecha creyeron que era el dios Cupanziehri que había regresado
como le hubo dicho a Siráta-Tápesi.
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