Entre
los antiguos purépecha, asentados hacia el Occidente de México, existía una
diosa llamada Xaratanga, Xaracua o Xaratangua, “la que brilla o alumbra”.
Era la
Diosa de la Luna, adorada en Jarácuaro, que precisamente significa “el lugar
donde está la luna” o “lugar donde se adora a la diosa Xaracua”.
En esta
población se dice que un cacique sacrificó ochocientos cautivos españoles, para
obtener el favor bélico de la diosa, durante una de tantas batallas contra los
invasores.
Xaratanga
fue la deidad de la vida y la muerte - por lo cual solía sele representar con
dos corazones-, la Madre Creadora y Terrenal, a cuyo vientre acudían los
seres humanos al morir.
Representó
mucho tiempo a las diosas matriarcales; pero, posteriormente, fue destronada
por la diosa lunar Coyolxauhqui.
Gracias
a Xaratanga, las plantas germinaban, y los animales y los hombres nacían.
Xaratanga
vivía hacia el Oriente, junto a las fuentes termales de Araró, de las cuales
formaba nubes que se iban hacia el Cielo para luego poder regar la Tierra con
sus aguas emanadas de sus hinchados vientres.
En los
cultos dedicados a ella, se ejecutaba la danza de Los Huehues, Los Viejos, y se
le ofrecían frutos, codornices, patos, y gran cantidad de plata el cual era su
símbolo, pues se pensaba que este bello metal constituía una secreción lunar de
Xaratanga.
Se la
asociaba con el jaguar.
Como
otras diosas lunares mesoamericanas, se la relacionaba con el amor, el sexo y
el pulque.
Además,
fue la diosa de la gestación y del tejido, pues gracias a ella las mujeres
purépecha aprendieron a tejer.
Esta
bella diosa que murió al dar a luz, llevaba un bello vestido blanco
resplandeciente, la cara pintada de amarillo, y sus cabellos entrelazados con
guirnaldas de pescados, chile, frijoles y maíz.
Fue tan
importante nuestra diosa que tenía el honor de presidir el religioso y sagrado
Juego de Pelota purépecha
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