Cuenta la
tradición oral que Pancho Villa, el Caudillo del Norte, arrojó la carreta al
cañón, porque la soldadesca federal iba tras sus pasos, en aquellos tiempos
aciagos de la Revolución Mexicana de 1910. En cierta ocasión un norteamericano
llegó hasta la hacienda dispuesto a filmar una película en dicho lugar. Habló
con el entonces dueño, le explicó su propósito, le platicó del tema de la
película, y le presentó a los actores. El dueño no estaba muy convencido de que
fuera buena la idea de filmar en su hacienda, no le creyó lo que le decía, por
lo que le dijo al gringuito que le dijera lo que había venido a buscar con
exactitud y cuáles eran sus intenciones. El americano insistía en que iba a
filmar una película histórica acerca de Pancho Villa; pero al darse cuenta de
que el dueño no le creía una palabra, acabó por decirle que conocía la leyenda
y que sacaría la famosa carreta con ayuda de la tecnología y el equipo de
hombres que llevaba para tal efecto. Al oírle, el hacendado le preguntó que si
encontraba la carteta con el oro qué le iba a tocar a él.
Entonces
el gringo le dijo: – ¡Cuando consiga sacar la carreta del cañón, la mitad de lo
que obtenga será para usted! Y si quiere le firmo un papel para que no haya
duda. Al oír estas palabras el mexicano replicó: – Si en verdad el tesoro está
ahí, pos lo saco yo, y no tengo porque compartirlo, me quedo con todo. O usted
cree que los norteños somos dealtiro babosos. El gringo se fue con dos palmos
de narices. El dueño de la hacienda no intentó sacar nada.
El
tesoro de Villa sigue intacto en las profundidades del cañón, para quien quiera
ir a probar suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario